CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (7) La Edad del Bronce

«Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia»

(A. Huxley. Novelista, ensayista y poeta inglés)

Armas de la edad del bronce (sihistoria.blogpost.com)

Armas de la Edad del Bronce

(sihistoria.blogpost.com)

 

A partir del 1800 a.C. se asiste al uso generalizado del cobre y a la presencia de aleaciones de estaño y cobre que darán lugar al bronce.

Entre 1800 y 1500 a.C. en el territorio europeo se conocerá el desarrollo de importantes civilizaciones (Creta o la Cultura de los Túmulos Armoricanos atlánticos, entre otros) y el florecimiento en la Península Ibérica de la primera fase de la cultura de El Argar (sudeste) o la consolidación de la civilización del Vaso Campaniforme (interior).

Hacia 1200 a.C. se da un acontecimiento importante: el surgimiento de la civilización de los Campos de Urnas, en Centroeuropa, en la que sus protagonistas (gentes incineradoras) serán los responsables de un momento esplendoroso de este período de la Prehistoria, favorecido por un notable fortalecimiento de intercambios comerciales

El fin de la Edad del Bronce (hacia el 700 a.C.) se habría producido como consecuencia de la introducción de un nuevo metal (el hierro), cuya generalización en forma de armas y herramientas provocará importantes cambios sociales, económicos y políticos.

¿Qué ocurre mientras tanto en la Cuenca del Duero?

La adopción de una cronología general para esta zona tiene sus riesgos pues sería muy artificiosa y poco realista. Baste decir que la Cultura del Vaso Campaniforme (si hablamos de períodos en sentido estricto) quedaría a caballo entre el Calcolítico y la Edad de Bronce. Tampoco sería exacto hablar de un auténtico Bronce Antiguo, equiparable al de otras zonas europeas, puesto que en la Cuenca del Duero apenas aparecen los elementos materiales genuinos que posibilitaran su definición.

Lo que sí se puede afirmar es que entre 1700 a.C. y 1200 a. C. se asiste en la zona a un período que los investigadores han dado en llamar “Etapa Anterior” y a una “Etapa de Apogeo” (coetánea a la del Bronce Final) que abarcaría desde 1200 hasta 700 a.C.

Etapa Anterior

En lo referente al poblamiento, parece existir una predilección por lugares de fácil defensa, aunque hay otras formas de ocupación, como asentamientos en llano, a campo abierto. Estos poblados suelen ser recintos pequeños, rodeados de una frágil empalizada, en altos próximos a los ríos. Ejemplos de estas características  pudieran ser los de La Pinilla (Carbajosa de la Sagrada), San Pelayo (Martinamor), El Torrejón (próximo a Alba de Tormes) o Mesa del Carpio (Carpio Bernardo, Villagonzalo).

Mesa del Carpio (felinofotografico2.files.wordpress.com)

Asentamiento de Mesa del Carpio

(felinofotografico2.files.wordpress.com)

En “Contribución al estudio del poblamiento del IIIer milenio y comienzo del IIº milenio a.C. en el noroeste salmantino: materiales de superficie”, Martín Hernández, M.P., (Salamanca Revista Provincial de Estudios nº 39, 1997)  aparecen ejemplos de asentamientos en zonas elevadas, localizándose junto a grandes roquedales que pudieran servir de atalaya (en La Peña) o en cerros bien destacados (Cerro de San Jorge)

La vivienda suele ser rectangular con las esquinas redondeadas y de unos 6 metros cuadrados. Las paredes se construyen a base de un entramado vegetal cubierto de barro y sujetándose la cubierta por medio de postes centrales.

Existen pocos datos en relación con la actividad económica del período pero la diversidad de tipos de poblamiento parece que provocó un sistema económico basado en la agricultura y en la ganadería, según las posibilidades que el terreno impusiera en cada área.

En lugares escarpados fue importante la ganadería (oveja y cabra, sobre todo). Existirían algunas especies ya domesticadas dedicadas a la cría y al pastoreo, con aprovechamiento de sus recursos (carne, leche y derivados, lana, piel…). Al mismo tiempo debieron ser pueblos cazadores, circunstancia que parece ampliamente sugerida por la elevada presencia de puntas de flecha encontradas en los yacimientos. Por otra parte el hombre debió favorecer la acción del fuego, pretendiendo propiciar los espacios abiertos, para crear pastaderos y facilitar su labor de cacería, con un control progresivo de los rebaños. Para ayudarse en esta labor deforestadora y en el trabajo de la madera, contaría con la ayuda de hachas, gubias y cinceles.

La dedicación agraria cerealística, habría tenido más importancia entre los grupos instalados en las llanuras. Las azuelas y las láminas de azada para trabajar la tierra, los molinos y molenderas para manipular las semillas de los cereales y los elementos de hoz, son piezas que parecen documentar algún tipo de faena agrícola.

No hay constatación de abundantes elementos metálicos, lo cual impide ver con exactitud la importancia de los talleres de fundición locales y menos aún el grado de desarrollo de las explotaciones de cobre y estaño. De todas las maneras, los lugares de estas explotaciones han permitido constatar que existieron suficientes recursos para respaldar la producción de objetos presuntamente fabricados durante todo el período de la Edad del Bronce. En la provincia de Salamanca (Golpejas o Azaba, por poner unos ejemplos) existieron zonas de abundante mineralización estannífera.

En Cabeza Gejo (Alfageme, J.M. y Benito del Rey, L., en Salamanca. Revista Provincial de Estudios, nº 8, 1983) se han encontrado restos de útiles pulidos de forma irregular; hay presencia de molinos con superficie cóncava totalmente pulida, a modo de palangana.

En “Un yacimiento del Bronce en el término de Villasbuenas (Salamanca)”, Alfageme, J.M. y Benito del Rey, L. (Revista Zephyrus nº 28-29, años 1977-1978) se constata la presencia hachas pulidas con filo y hachas que tienen las características de mazos o machacadores.

El sistema funerario es variado en la zona. Hay lugares en los que predomina la  inhumación (bien individual, bien colectiva),  sistema que ya es anterior a la etapa y se perpetuará hasta la introducción del ritual incinerador al comienzo de la Edad del Hierro. En otras zonas se han descubierto necrópolis con un sistema de enterramientos en “cistas” (cajas rectangulares de piedra) o en “pithos” (grandes tinajas de barro).

Una manifestación peculiar de la época es la costumbre de realizar trabajos sobre piedras de tamaño variable, identificadas, atendiendo a su forma, como losas sepulcrales (zona de León) o ídolos-menhir (en Valdefuentes de Sangusín o en Ciudad Rodrigo). A todas ellas se les ha asignado un significado vinculado con el mundo de las creencias, cuya cronología nos llevaría hasta el 1200 a. C, momento en que, a causa de importantes alteraciones climáticas, demográficas o sociales, la espiritualidad ofrecería también profundos cambios, dando paso a otros tipos de manifestaciones religiosas (el culto a las aguas, por ejemplo) que se manifestarán con todo su esplendor en el transcurso del Bronce final

Estatua-menhir de Valdefuentes de Sangusín  (Béjar.biz)

Estatua-menhir de Valdefuentes de Sangusín

(Béjar.biz)

Etapa de apogeo

A partir de 1200 a.C. se producirá el apogeo en los terrenos de la Meseta de la utilización del bronce.

Los tipos de asentamiento no modificarán básicamente su estructura; antes bien, existió una continuidad respecto a los de la “Etapa Anterior” y se siguieron emplazando en la llanura.

La estructura de los hábitats utilizados por los pobladores de este período  era de cabañas con planta rectangular o próxima a ella,  de unos 30 metros cuadrados. Sus paredes se construían a base de barro y ramas sobre un zócalo de piedra de unos 40 cm de anchura. El piso de la vivienda estaría formado por un pavimento de barro endurecido y en el centro del mismo se ubicaría el hogar. Casi con toda seguridad, estos recintos habrían dispuesto de una techumbre a doble vertiente.

Según “En torno a una estructura constructiva en un Campo de Hoyos de la Edad de Bronce de la Meseta española (Forfoleda, Salamanca)” Jiménez, M.C. y Martín Benito, J.I. (Revista Zephyrus nº 41-42, año 1988-1989) existe, sin embargo, presencia de estructuras de forma circular, excavadas en el suelo y conocidos con los variados nombres de «fondos de cabaña», «silos», «basureros», «ceniceros» y «hoyos».

Este tiempo de asentamiento tiene relación con la actividad económica que se practicaba: pastoreo y agricultura. La ganadería estaría dominada por cabras y vacas (de pequeña alzada, próxima a 1,25 metros); caballos, cerdos y perros podrían completar la fauna domesticada, que se acompañaba con otras especies salvajes (ciervo y conejo, especialmente).

Parece evidente que existió una actividad ganadera de tipo trashumante, ya 1000 años antes de Cristo, a base de migraciones temporales de la meseta hacia el sur de la península.

La actividad agrícola estaría cimentada en torno a la obtención de cereales y así se ha constatado por la presencia de hoces de bronce, dientes de hoz o molinos de mano.

El territorio, en general, presentaría unas condiciones esteparias que favorecerían una vegetación similar a la actual: árboles similares, herbáceas y cereales.

El equipamiento básico comprendería instrumentos de piedra pulimentada, hojas de sílex, punzones de hueso, molinos de mano, cerámica y material de bronce (imperdibles, brazaletes, puñales, espadas, hachas planas; incluso se han encontrado en algún yacimiento navajas de afeitar, puntas de lanza, fíbulas, cinceles, calderos de chapa y piezas de adorno personal).

Al final del período se produce una evolución del tipo de espada. Si hasta entonces se disponía de uno con la hoja de perfil cóncavo/convexo y la empuñadura calada, a partir de 900 a. C. se fabricarán espadas con los bordes de la hoja en paralelo y la punta marcadamente aguzada.

La inhumación fue la práctica funeraria habitual y hay que reseñar la existencia de unas curiosas estructuras que se prodigaron durante este período con bastante frecuencia; son pequeños hoyos de profundidad variable (entre 0,5 y 1,5 metros) y un diámetro entre 1,5 y 2,5 metros. Se distribuían en grupos, formando auténticos campos de hoyos, aunque sin organización coherente.

En “Manifestaciones rituales y religiosas en la Edad del Bronce”, Hurtado Pérez, V (Revista Zephyrus, nº 43, año 1990) se nos reseña que las tumbas de este momento suelen ser simples fosas excavadas en la tierra, sin ningún tipo de revestimiento en las paredes y sin cubierta de piedras. El cadáver se colocaba en posición flexionada o fetal e iría acompañado de un ajuar compuesto preferentemente de objetos metálicos y cerámica, los más preciados y valorados (estética y materialmente) que constituirían signos de riqueza en esta sociedad.

Pero además se pudieron utilizar cistas, cuevas sepulcrales o reutilizar los megalitos de épocas anteriores. En el interior de estas tumbas se deposita el cadáver en cuclillas y recostado sobre un lado. Generalmente la tumba alberga una inhumación, pero también aparecen enterramientos dobles o triples.

Es interesante hacer constar la inclusión en algunas tumbas de trozos de animales, como piernas de cabra o vaca que constatan, en determinados casos, el acompañamiento de alimentos para sustentar al muerto en el viaje al más allá o las ofrendas alimentarias  pudieran ser únicamente simbólicas o consumidas por los asistentes a la ceremonia funeraria.

Quizás uno de los aspectos más destacados de la religiosidad en el Bronce sea la ausencia de objetos religiosos o culturales en el interior de las tumbas, a diferencia de lo que ocurre en el Calcolítico. Sin embargo uno de los elementos a destacar son las estelas-menhires, soportes de piedras paralelepípedas que parecen conformar figuras humanas.

Como nos reseñan en “Estatua menhir de Tremedal de Tormes (Salamanca)” Sevillano San José, M.C., Grande del Río, R. y López Plaza, M.S. (Revista Zephyrus nº 49, año 1996) se trata de un gran bloque monolítico de granito y representa una escultura antropomorfa en bajorrelieve en la que parece verse una figura humana, con detalles diferenciados tanto anatómicos como referentes a la vestimenta y quizás adornos y armas.

Estatua-menhir de Tremedal de Tormes (revistas.usal.es)

Estatua-menhir de Tremedal de Tormes

(revistas.usal.es)

Al intentar introducirnos en el mundo de las creencias religiosas del final del Bronce se plantean dificultades de interpretación. Es posible que existieran divinidades propias de religiones naturalistas en que el sol, el cielo, los astros, la tierra y las aguas fueran objetos de culto, realizándose ritos ceremoniales en torno a ellos; muchos de los hallazgos de armas, localizados en ríos, podrían significar ofrendas a alguna divinidad acuática, como apuntan algunos autores.

Como ejemplo podríamos hablar de AIRÓN,  dios indígena arraigado en Hispania antes de que los romanos emprendieran su conquista y cuyo culto fue respetado por estos. Se relaciona con aguas profundas de pozos, lagunas y también con simas.

Los topónimos conocidos como “Pozo Airón”, ya se refieran a pozos, lagunas, simas, cascadas, ríos, fuentes o parajes, tienen una relación directa con este dios cuya antigüedad probablemente se remonte al Neolítico (entre 6.000 y 3.000 años a. C.).

En España se conocen 100 topónimos Airón, de los cuales 8 se encuentran en la provincia de Salamanca.

Pozo_airon (en wikipedia.org)

Pozo Airón

(wikipedia.org)

Con la llegada de nuevas gentes, en torno al 700 a.C., los imprecisamente llamados hallstátticos, se cierra una etapa (la del Bronce) para inaugurarse una Edad, la del Hierro, en el que el desarrollo de nuevas tecnologías provocará espectaculares cambios de orden social o económico.

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