¿Por qué las series internacionales son mejores que las españolas?

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Ellos tienen Los Soprano, y nosotros tenemos Los Serrano. ¿Por qué las series internacionales (tanto las americanas como las de otros muchos países occidentales) son mejores que las españolas? Más allá de los tópicos y las respuestas obvias, vamos a intentar responder a esta cuestión.

Cualquier seriéfilo que se precie, habrá podido comprobar que de unos años a esta parte, vivimos una etapa gloriosa en cuanto a las cotas de calidad de la ficción televisiva anglosajona, que es incluso más interesante que la que nos trae Hollywood desde la gran pantalla. De hecho, los historiadores de la ficción televisiva apuntan el período que va de la emisión de la mítica Los Soprano hasta la actualidad, como la tercera (y más brillante) Edad de Oro de la televisión. Todo empezó cuando la cadena por cable HBO, que a parte de Los Soprano, ha sido la artífice de otras obras maestras como The Wire, Six Feet Under, o la actual Juego de Tronos, quiso apostar por la ficción. Es importante recalcar lo de que es una cadena por cable (es decir, privada y de pago), porque es la cuestión clave que permite entender la revolución artística que se produjo. El hecho de ser una cadena de pago y que, por tanto, no estés sujeto al yugo de las audiencias diarias, hace que puedas eliminar todos los condicionantes (a menudo negativos) que impone la presión de dichas audiencias. Algunos ejemplos son las estructuras narrativas más libres de las temporadas y los capítulos, que con este modelo no tienen la necesidad de buscar golpes de efecto inmediatos para enganchar al espectador, y se pueden desarrollar más a fuego lento. También en cuanto al tratamiento más adulto y la especialización del target al no tener la necesidad de captar audiencias masivas, que se materializa en tramas más complejas y un retrato más explícito de la violencia o el sexo. Por último, también se hizo un esfuerzo por poner en el centro del proceso creativo (los denominados showrunners), a nombres consagrados que le dieran una fuerte personalidad autoral a las series. Un ejemplo claro es el del prestigioso guionista Alan Ball, que tras escribir la obra maestra American Beauty, fue fichado como showrunner de Six Feet Under. Todos estos factores, por supuesto, funcionaron de manera recíproca e hicieron a un porcentaje de la audiencia mucho más exigente de lo que era antes, lo cual influyó inmediatamente en que incluso las cadenas en abierto se atrevieron a ser más audaces y se contagiaron (parcialmente) del ‘’efecto HBO’’.

Ahora bien, hablemos de nuestra ficción patria. Cualquier seriéfilo que se precie, se habrá dado cuenta también, de que las series españolas no siguen ni de lejos el rebufo de esta Tercera Edad de Oro de la ficción estadounidense. Ante esto, surge una pregunta: ¿Por qué lo hacen mejor que nosotros? La respuesta más inmediata y obvia es que Estados Unidos es el país con la industria audiovisual más grande del mundo, y los medios de producción y talentos creativos de éstos están a años luz de cualquier industria en otra parte del mundo, incluida la española. No obstante, si uno compara las series españolas, con las de, por ejemplo, Dinamarca, un país de 5 millones de habitantes y una industria mucho más pequeña que la nuestra, tampoco salimos bien parados. Series como Borgen, The Killing, o 1864 están a la vanguardia internacional de las series de televisión.

Entonces, si en Dinamarca han sabido construir una ficción de mucha más calidad que la nuestra, podemos adivinar que hay razones más allá que los medios técnicos limitados con los que cuenta España, para explicar este hecho. Es más bien una cuestión de voluntad creativa y presiones industriales. La respuesta, como en el caso de EEUU, también está en el tipo de cadena que impulsa la ficción. Y es que si las presiones de audiencia de las cadenas en abierto eran un hándicap para el desarrollo creativo de la ficción en EEUU, en España más todavía. Tanto Atresmedia como Mediaset (propietarias de Antena 3 y Telecinco respectivamente) cargan una losa creativa enorme sobre las series de televisión, por miedo a la pérdida de audiencias, a través de dos factores clave.

El primero y más distintivo de nuestro país, es la totalmente desmesurada duración del prime time (período de máxima audiencia, donde hay más ingresos por publicidad). A lo largo de los años, ambas cadenas han ido alargando cada vez más este espacio para maximizar los beneficios, y eso ha repercutido en la duración de los capítulos y por tanto en las estructuras narrativas de cada uno. En EEUU, una comedia dura 20 minutos; en España, una hora y media por capítulo. Es algo totalmente insostenible en cuanto a ritmo narrativo, estructuras, y producción.

El segundo factor clave es la búsqueda de un target masivo. Se busca una ficción para todos los públicos que abarque de 8 años a 80. Y al final, quien mucho abarca, poco aprieta. Un ejemplo claro de esto fue la estrategia narrativa que popularizó la ya clásica Médico de Familia y que luego repitió Los Serrano: en cada capítulo, había una trama protagonizada por cada franja de edad (adultos, jóvenes y niños); así, se contentaba a todo tipo de target potencial y se reunía a toda la familia frente al televisor. Esto también repercute en un tratamiento edulcorado de la realidad, lejos de la dureza y la complejidad narrativa del ‘’estilo HBO’’, que hace que  en España predominen las comedias dramáticas costumbristas y de tono amable.

No obstante, no todo es tan negro como lo que se propone en este artículo. La audiencia española también es mucho más exigente ahora que hace 20 años. Hay cadenas de pago que están intentando seguir la estela de la HBO. Y las ventajas que supone internet para la distribución de los contenidos, amplía las posibilidades de variedad y riesgo de las propuestas. Sí, nuestra ficción televisiva es todavía muy pobre, pero hay razones para mantenerse optimistas con respecto al futuro. Pero esto, lo profundizaremos más en un próximo artículo.

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