PERSONAJES HISTÓRICOS (29)

Relaciones de personajes que han tenido que ver con nuestra historia

CARNICERO MANCIO, Antonio Nicanor (1748-1814)

Pintor, profesor de dibujo y grabador, nacido en Salamanca.

Tercer hijo del escultor Alejandro Carni­cero Miguel, intentó triunfar en las Bellas Artes,  trabajando en las ramas de Escultura, Pintura y Grabado.

Su vida se desarrolló en Madrid, al haberse trasladado la familia a la capital, pues el padre fue llamado a la Corte para que realizase va­rias esculturas de reyes, que debían adornar el Palacio Real Nuevo.

Recibió las primeras lec­ciones de dibujo de su padre.

Ingresó en 1758 en la Real Aca­demia de Bellas Artes de San Fernando. Posteriormente se trasladó a Roma junto con su hermano Isidro (al que le habían concedido una pensión para perfeccionar su arte). Durante su permanencia en Roma participó y obtuvo premios en los concursos que convocaban la Academia de San Lucas y la Escuela del Nudo.

A su regreso a España se incorporó inmediatamente a las clases del Natural y Yeso.

En 1768, con motivo de las obras de la ba­sílica de San Francisco el Grande de Madrid, obtuvo el encargo de realizar varias pinturas para adornar el claustro de la citada basílica que representaban la vida y milagros de san Francisco de Asís.

«San Francisco de Asís cortándole el cabello a Clara de Asís»

Obra realizada por Antonio Carnicero entre 1787 y 1789. Museo del PrADO

(www.museodelprado.es)

Cuando Carlos III encomendó a José del Castillo que pintase los cartones que debían de servir para la realización de los tapices que decorarían las habita­ciones particulares de la Princesa de Asturias en el pa­lacio de El Pardo, Castillo solicitó la colaboración de Carnicero.

Al decidir la Real Academia Española hacer una edi­ción nueva de El Qui­jote, solicitó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que se encargase de que las ilustraciones fuesen realizadas por aquellos artistas más cualificados que deseasen trabajar en dicha obra. Entre ellos se encontraba Antonio Carnicero, quien realizó veinte láminas, veinticinco cabeceras y quince re­mates de página.

Al mismo tiempo que hacía los dibujos para el Qui­jote, a Carnicero se le encomendó que trabajase en la colección que encargó la Casa Real sobre trajes regio­nales. Aportó siete dibujos, correspondientes a las Islas Baleares.

«Encuentro de D. Quijote y Sancho con las tres labradoras de El Toboso»

Ilustración de Antonio Carnicero.

(www.eurpeana.eu)

La ingeniería aeronáutica había logrado por enton­ces que un globo pudiera ser tripulado, y se quiso que el primer experimento que se efectuara en Es­paña fuese ante los reyes, cuando se encontraban en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, el 23 de noviembre de 1783. La Casa de Osuna debió de ser la que encargó a Antonio Carnicero que plasmase en un lienzo el acontecimiento.

«Ascensión de un globo Montglofier en Aranjuez»

Lienzo de Antonio Carnicero. Museo del Prado.

(www.museodelprado.es)

Colaboró en la elaboración de telones y bastidores para obras tea­trales y en las decoraciones de los teatros de los Caños del Peral, del Príncipe y de La Cruz en el año 1784.

En 1788, Carlos III, con motivo de la crea­ción de la Real Estampería, solicitó la realización de retratos de Personajes Ilustres, y nuevamente Antonio Carnicero colaboró ejecutando los de Alonso de Erci­lla, Juan de Ferreras, Juan de Urbina, Álvaro Bazán, Sancho Dávila, Diego Mesía Guzmán José Patiño, asimismo ejecutó los retratos de los reyes Enrique el Magnífico de Castilla y León, Pedro de Castilla y León, Juan de Castilla y Felipe IV de Castilla.

En 1790 es Antonio Carni­cero el primer artista que realiza un documento grá­fico de costumbres, vestimentas y faenas que se po­dían contemplar en una tarde de toros, y así recopiló, en doce láminas, las diferentes suertes de que cons­taba una corrida. De esta Tauromaquia, surgieron posteriormente otras muchas —incluso la de Goya es inspiración de ésta.

El 16 de abril de 1796 solicita a Carlos IV la plaza de pintor de cámara y entra a formar parte de la plantilla de pintores de cámara de Su Majestad.

Deseosos los monarcas de tener recopiladas en un tratado las enseñanzas del deporte de la hípica, que sirviese para el aprendizaje de sus hijos, es Antonio Carnicero el encargado de su ejecución, realizando once láminas, una portada y un dibujo que representa la anatomía de un caballo.

«Vista de una corrida de toros»

(www.europeana.eu)

El 2 de diciembre de 1801 el rey le otorga la plaza profesor de dibujo y diseño del Príncipe de Asturias y de sus hermanos los infantes Francisco de Paula y Carlos María Isidro.

Sospechoso de estar implicado en el llamado “Proceso de El Escorial” (1806), Carlos IV ordena que ingrese en la cárcel, pero al poder demostrar Carnicero su inocencia, el soberano dicta su puesta en libertad. No obstante, es apartado de su puesto hasta el 11 de fe­brero de 1808, cuando vuelve a ocupar su plaza de pintor de cámara. De este mismo año son los retratos de Fernando de Borbón encomendados por el Ayun­tamiento de Madrid y la Real Academia de la Histo­ria para el día de su “aclamación”.

Carnicero siguió prestando sus servicios como pintor de cámara de José Bonaparte aunque no fuese adicto al gobierno intruso.

A pesar de que la primera medida que toma Fernando VII, a su regreso a España, es la de destituir de sus puestos de trabajo a todo el personal de la Real Casa que hu­biese prestado sus servicios al gobierno impuesto por Francia, el rey considera va­rios supuestos e indica que a aquellos que “por nece­sidad económica, hubiesen seguido en sus puestos, pero sin dar señales evidentes de acatamiento, se les dejaría en el mismo puesto, pero sin modificarles el sueldo”.

Esta orden no se puso en ejecución hasta el 29 de agosto de 1814 y Antonio Carnicero no pudo disfrutar de la gracia otorgada por el Rey, al haber fa­llecido el 21 de ese mismo mes.

CARPIO,  Bernardo del

Héroe de un cantar de gesta perdido, del que  sólo se conocen una versión francesa y otra castellana, en prosa, de los siglos XII y XIII.

En la versión castellana, Bernardo es hijo del Conde de Saldaña y de Jimena, hermana del rey Alfonso II el Casto; éste, al descubrir sus amores clandestinos, encierra al padre en una prisión y a la madre en un convento, y educa a Bernardo en la corte. Años después, Bernardo se rebela ante la pretensión de Alfonso II de entregar el reino a Carlomagno; lucha junto al rey moro de Zaragoza contra los franceses en Roncesvalles y mata a Roldán.

Funda el origen del actual Carpio Bernardo, construyendo un castillo en un teso que llamó El Carpio, según lo atestigua la Crónica General de Alfonso X El Sabio.

Llegó a un otero que es a tres leguas de Salamanca, arremetió con su caballo e subió en somo del otero, entró a toda prisa e vio toda aquella tierra tan fermosa e complida de todas las cosas que son menester al omne, e fizo en aquel lugar un castillo muy fuerte e muy bueno e púsolo nombre Carpio, et allí adelante llamaron a él Bernardo del Carpio…”

Ruinas del Castillo del Carpio, en la loma próxima a Carpio Bernardo.

(www.noticiascyl.com)

La prisión de su padre le induce a pedir al rey su libertad, que le será repetidamente negada aún habiendo conseguido derrotar a los musulmanes en Benavente y Zamora. Despechado se retiró a sus posesiones patrimoniales en Saldaña dedicándose a la muy señorial actividad del saqueo en tierras reales consiguiendo, de este modo, que Alfonso II, sin herederos, no le nombrase a él como sucesor, permaneciendo en esta actitud de rebeldía durante los reinados de Ramiro I (842-850), Ordoño  I (850-866) y en los primeros años de Alfonso III (866-910). A pesar de las victorias frente a los musulmanes conseguidas durante el reinado del último monarca, éste no puede perdonar el pillaje y la rebeldía de Bernardo que ahora se traslada al castillo del Carpio, cerca de Alba de Tormes, acentuando su insumisión: “hacía cabalgadas en las tierras del rey, robaba, saqueaba y talaba ganados y campos. Por otra parte los moros, a su instancia, molestaban grandemente las tierras de cristianos” nos dice el Padre Mariana.

Harto el rey, promete devolver la libertad al conde  de Saldaña si el de Carpio cesa en sus actividades y entrega el castillo de El Carpio, a lo cual accede sin saber que su padre ya había muerto en prisión. Decepcionado acabará sus días vagando por tierras navarras y francesas, según unos autores, o sirviendo, resignadamente y a pesar de todo, a su rey, según otros. Corría el año 876 y contaba Bernardo 82 años.

A su muerte fue enterrado con su espada «Durandarte» (arrebatada a Roldán en Roncesvalles) en los aledaños del monasterio de Santa María la Real de Aguilar de Campoo (Palencia).

Según parece, tras ser elegido emperador, Carlos V desembarcó en Laredo (Cantabria) a su regreso de Alemania y se quedó por segunda vez en Aguilar de Campoo en julio de 1522. Durante esta estancia visitó el sepulcro situado en el interior de una cueva bajo la conocida como Peña Longa, llevándose su supuesta espada, la cual se encuentra actualmente en la Real Armería de Madrid.

Espada de Bernardo del Carpio.

Real Armería de Madrid

(www.condadodecastilla.es)

Dentro de la cueva aún es posible ver la cubierta de un sepulcro, en el que con letra gótica se nos cuenta quien es el difunto que ahí reposa. El deterioro del conjunto es evidente: junto a toda la tierra removida aparecen sillares en total desorden e incluso la inscripción se ha perdido en parte, aunque gracias a fray Antonio Sánchez sabemos que cuando se hallaba completa decía: «Aquí yace sepultado el noble y esforzado cavallero Bernardo del Carpio defensor de España hijo de don Sancho Diaz conde de Saldaña í dela ínfanta doña Xímena hija del rey don Alonso el  II  llamado el Casto. Murió por los años de 850

El mismo cronista nos dice que junto a este sepulcro se hallaba otro, el de Fernán Gallo “natural de Burgos, Canciller Maior en la batalla de Ronces Valles donde perdio un ojo mas no el estandarte”. Sobre la tumba, la leyenda: «Quoniam in víta, Bernarde, conjunximus facta pulchra jungamos modo sepulcra”, que el monje tradujo por: “pues en la vida, Bernarde, seguimos  buenas venturas, juntemos las sepulturas”

Su historicidad es defendida por el historiador y sacerdote asturiano Vicente J. González García, , quien se funda en que la negación de su existencia se basa únicamente en la confusión de la primera batalla de Roncesvalles (778), con una posterior del año 808 y la implicación de Bernardo en esta batalla, en la que no tuvo nada que ver.

Habría habido cantares de gesta en el siglo X como muy tarde sobre un tal Bernardo de Ribagorza; pero el hecho es que no hay ni una palabra en la historiografía hispanolatina sobre Bernardo hasta 1236, lo que indica que hacia 1200 debieron componerse algunos poemas sobre el héroe. ​

Durante el Siglo de Oro sirvió de inspiración para piezas teatrales, obras caballerescas en prosa y poemas épicos, tanto en español como en portugués. Miguel de Cervantes tuvo entre sus proyectos no llegados a consumarse un libro de caballerías sobre el héroe, el Bernardo.

La verdadera tercera parte de la historia de Carlos-Magno” es un libro de caballerías portugués, cuyo autor fue el presbítero Alexandre Caetano Gomes Flaviense. Se imprimió en Lisboa en 1745 y se presentó como una continuación de la “Segunda parte da Historia do Imperador Carlos-Magno e dos doce Pares de Franca”, de Jerónimo Moreira de Carvalho, publicada nueve años antes.

Esta obra refiere en sus primeras páginas la historia legendaria de España y después se dedica a narrar las fabulosas hazañas de Bernardo del Carpio. A él se atribuye la derrota de Roldán y sus compañeros en los Pirineos y una variada serie de aventuras caballerescas como la conquista de Cataluña a los moros.

Cuando Sebastián de Miñano entre 1826 y 1829 y Pascual de Madoz entre 1845 y 1850 redactan sus respectivos Diccionarios Geográfico-Estadísticos este enterramiento aún se podía ver. Hoy no queda ni rastro de él.

Medallón que representa la efigie de Bernardo del Carpio,

en el Pabellón de San Martín, de la Plaza Mayor de Salamanca.

Obra de Alejandro Carnicero.

(www.elretohistorico.com)

El primer homenaje a Bernardo del Carpio en la ciudad de Salamanca se encuentra en la Plaza Mayor, en el conocido como pabellón de San Martín. Se trata del primer medallón de toda una serie dedicada a los conquistadores. Su efigie fue esculpida entre 1730 y 1732 por el escultor Alejandro Carnicero, que trabajó en el ágora salmantina realizando otros muchos escudos de los diferentes pabellones de la Plaza.
Por su parte, la Iglesia de San Martín, edificada en la plaza del Corrillo en el año de 1103, alberga en una de sus naves un sepulcro con una estatua de un soldado yacente que se atribuye a un descendiente de Bernardo del Carpio, de nombre Pedro Bernardo, que falleció en 1135.

Para la realización del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

– FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL: Bernardo del Carpio, a caballo entre la realidad y la leyenda

– REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA: “Diccionario biográfico español

– VILLAR Y MACÍAS, M.: “Historia de Salamanca. Tomo I”. Salamanca. 1887

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