La puerta de atrás de la alfombra roja

 

El domingo 28 de febrero se celebró el evento cinematográfico más mediático y relevante del año: los premios Oscar. Spotlight (Thomas McCarthy), un relato periodístico que seguía la investigación de los abusos sexuales de la Iglesia católica a menores de edad en Boston, se llevó el gran premio. En estas semanas posteriores hemos presenciado un año más la capacidad de influencia de la Academia de Cine estadounidense con sus premios. Por un lado, se han reabierto debates en torno a las grandes polémicas que rodeaban la gala y los premiados (la discriminación a la comunidad afroamericana, la desigualdad salarial por cuestión de género, los abusos de la Iglesia católica arriba mencionados); por otro, las grandes triunfadoras han gozado de una nueva juventud en su carrera comercial (Spotlight, por ejemplo, ha aumentado su recaudación en un 600%). Y es que los premios de la Academia, desde hace ya mucho tiempo, han dejado en un segundo plano los méritos a la excelencia cinematográfica para convertirse, principalmente, en una herramienta mediática por parte de la Academia. Es un escaparate que enseña la imagen que Hollywood quiere darle al gran público sobre lo que representa su cine, tanto en el terreno de la reivindicación ideológica y de propaganda, como en el tipo de cine que quieren que triunfe entre el gran público desde el establishment. Esta efectiva mediatización de la gala tiene un peligro: en el intento de poner el foco sobre un grupo concreto de cine, aquellas cintas que no consiguen su estatuilla quedan en un segundo plano y corren el peligro de caer en el olvido. En este artículo, rescatamos 3 películas de las nominadas que, pese a  haber pasado desapercibidas en los premios, son dignas de ser reivindicadas y recordadas, tanto o más que las grandes premiadas.

portada

Carol, de Todd Haynes

Entre tanta demostración de potencia técnica, efectos especiales y experimentos formales y narrativos del cine posmoderno, el director Todd Haynes destaca precisamente por lo contrario: Carol desprende un aroma clásico en peligro de extinción. Los grandes melodramas románticos de la edad de oro de Hollywood, representados en nombres como George Cukor, William Wyler o, sobretodo, Douglas Sirk, encuentran en Haynes un más que digno sucesor. Además, aunque la película se sirve de todo el estilo y la elegancia del cine clásico, no renuncia a ciertas ventajas que proporciona la coyuntura actual, que le permiten reflexionar sobre temas que antaño eran tabú o incluso censurados: a través de una historia de amor prohibido entre dos lesbianas, interpretadas magistralmente por Cate Blanchett y Rooney Mara, la película denuncia sobre la homofobia, el rol de la mujer en una sociedad machista, y la hipocresía de la burguesía norteamericana de la época. Todo esto, en unos premios en los que la polémica por la falta de igualdad salarial entre hombres y mujeres era uno de los debates más controvertidos.

El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra.

Esta película colombiana competía en la categoría de mejor película de habla no inglesa, premio que se llevó la húngara Son of Saul (László Nemes). La competencia en esta categoría era muy fuerte, y sería muy injusto que la ganadora eclipsara la enorme calidad de cintas como esta. Ciro Guerra ha hecho un salto al vacío con esta película, y el resultado conseguido con El abrazo de la serpiente es una proeza cinematográfica que ocurre una vez cada muchas décadas. El por qué de esta hazaña reside en la producción de la película. Este año, uno de las grandes favoritas era El renacido (Alejandro González Iñárritu), de la que se aplaudía la valentía del director por rodarla en el bosque, a bajísimas temperaturas, durante varios meses. Pues bien, para la película que nos ocupa, Ciro Guerra y su equipo pasaron 5 años rodando en el Amazonas, entre la población indígena, en medio de la naturaleza salvaje, para narrar la historia de un europeo que se adentra en un viaje físico y espiritual a través del legendario río latinoamericano. Con una potente fotografía en blanco y negro, lo más reseñable de la cinta es la atmósfera tan asfixiante y opresiva que se consigue. No en vano, El abrazo de la serpiente maneja referentes anteriores de la talla de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) o Aguirre, la cólera de Dios (Werner Herzog, 1972). Y no solo no sale mal parada de la comparación, sino que es una digna sucesora de ambas. Una película de culto, que sin duda se convertirá en un clásico contemporáneo.

Anomalisa, de Charlie Kaufman & Duke Johnson.

Charlie Kaufman ha logrado en los primeros años de su carrera algo tan meritorio como inusual: conseguir reconocimiento autoral en una profesión tan ignorada como la del guión. Actores y directores eclipsan cualquier otra de las fases del proceso creativo de una película, pero Kaufman se reivindicó en un estilo propio de escribir con películas como Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999), Adaptation (Spike Jonze, 2002) o ¡Olvídate de mí! (Michel Gondry, 2004) En ellas, jugaba siempre con estructuras narrativas lo más enrevesadas posibles y con personajes atormentados y neuróticos que servían como perfectos alter ego del propio Kaufman y sus obsesiones y demonios. En 2008, dio el salto a la dirección con Synechdocue, New York. En su segunda película, prueba con una cinta de animación no recomendada, ni mucho menos, para los más pequeños de la casa: Anomalisa es adulta, depresiva, compleja en su aparente simplicidad, e igual de brillante que el resto de su obra anterior. A través de la monótona vida de un hombre que se dedica, irónicamente, a dar charlas de motivación y autoayuda en teatros, la película es una alegoría nihilista sobre el peso insoportable de la rutina y la falta de sentido en la vida.

 

Comparte: