CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (VI). El inicio de la Edad de los Metales

La Historia no es mecánica porque los hombres son libres para transformarla”.

                                                             Ernesto Sábato  (1911-2011) Escritor argentino.

Ajuar argárico arqueoceramica.blogpost

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La Edad de los Metales es la última etapa de la Prehistoria euroasiática, la que sigue a la Edad de Piedra y durante la cual el hombre utilizó objetos de metal.

De manera simplificada podemos decir que esta Edad de los Metales, en Europa, se ha subdividido en Edad del Cobre o Calcolítico (segunda mitad del IV milenio a. C. y casi todo el III milenio), Edad del Bronce (II milenio a. C.) y Edad del Hierro (I milenio a. C.).

Ya dijimos que durante “la revolución neolítica” (anterior al Calcolítico) se habían producido una serie de avances técnicos (piedra pulimentada en forma de hacha para desbrozar, azada para el cultivo, cerámica para conservar excedentes de alimentos o el telar), cambios sociales (se producen estratos sociales), nuevas formas de vida (sedentarismo) y nuevas actividades económicas derivadas de la agricultura y la ganadería.

Una de las consecuencias más apreciables de esta revolución fue el fuerte crecimiento demográfico.

La aldea de reducidas proporciones iba a ser sustituida por poblamientos más grandes, con una mayor complejidad organizativa, preludio de las primeras ciudades aparecidas ya en el Oriente Próximo (Jericó en Palestina o Chatal Hüyük en Anatolia)

Paralelamente al crecimiento demográfico se produce un impulso al desarrollo de las técnicas que deben revolucionar los sistemas productivos y muy concretamente la agricultura. El hombre experimenta con nuevas materias primas para la fabricación de herramientas, pasando del hueso, asta o piedra a los metales (primero el cobre, más tarde el bronce y finalmente el hierro) consiguiendo aperos de labranza más eficaces y obteniendo una mayor rentabilidad en el trabajo. Sin duda uno de los inventos revolucionarios de estas primeras sociedades, que utilizaron los metales, fue el arado.

La necesidad de materias primas para la elaboración de nuevos útiles lleva consigo la existencia de un comercio en busca de las fuentes de mineral que se va a necesitar. Este intercambio favorecerá la aparición de rutas comerciales estables (la del estaño la del ámbar). La invención de la rueda y de la vela, que aparecen ahora por primera vez, mejoró e hizo más ágil los sistemas de transporte.

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Hachas de Fuenteliante

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Como señala Edgard Sangmeister en su artículo “Metalurgia y comercio del cobre en la Europa prehistórica” (Revista Zephyrus. Año 1960. Nº 11) es probable que el hombre, en su búsqueda de piedras utilizables —entre las cuales también habría materiales que le interesaban por sus hermosos colores—, hubiera tropezado con el cobre, que aparece en muchos sitios y se puede recoger en superficie. De hecho el cobre, junto con la plata y el oro, es de los primeros metales utilizados, quizá porque puede aparecer en forma de pepitas al aire libre.

Lo llamativo pudo ser que, cuando el hombre primitivo trató de trabajar este mineral con las técnicas líticas hasta ahora utilizadas, respondía de manera distinta de todas las demás piedras conocidas porque, si se trataba de darle una forma por medio de golpes, resultaba que no se desprendía ningún trozo de la pieza, sino que cambiaba de forma; si se la afilaba, perdía en seguida su color verde y se quedaba rojo.

La observación de que estas piedras sufrían un cambio en contacto con el fuego debió ser fortuita y, con el paso del tiempo, se pudieron comprobar las ventajas del metal sobre la piedra: es más maleable,  la forma y el tamaño pueden variar, es más fácil de afilar, puede ser reutilizable y, sobre todo, al enfriarse adquirirá gran dureza y resistencia.

Los hombres de las montañas, pastores y ganaderos, que manejaron por primera vez las piedras de cobre no vivían aislados porque desarrollaban comercio de intercambio con poblaciones de la llanura dedicadas a la agricultura, principalmente las situadas en los extensos oasis de los ríos caudalosos del Próximo Oriente. A dichas poblaciones agrícolas probablemente habría pasado pronto el nuevo material con todas las necesarias indicaciones sobre sus particularidades, y se habría empleado el fuego con éxito, pues allí ya poseían mayores conocimientos sobre la acción del fuego intensivo. En efecto, ya habían aprendido a cocer la cerámica en un horno de alfarero, que desarrollaba una temperatura elevada, con la cual se lograba una cerámica cocida de muy buena calidad. Nos encontramos a finales del sexto milenio antes de Cristo.

Entonces se extendió notablemente la explotación y elaboración del cobre y surgió una nueva clase social de especialistas, que procuraban guardar sus secretos rodeándolos del mayor de los misterios. Prospectores, forjadores y fundidores, constituyeron un estrato social y se convirtieron en individuos socialmente destacados, llegando en ocasiones a constituir castas privilegiadas.

Y es que estas personas van a acumular riqueza, aparecen ante la comunidad dotados de poderes sobrenaturales y acaparan los principales cargos religiosos.

En la Península Ibérica se puede atestiguar con seguridad la actividad metalúrgica desde mediados del tercer milenio en la Cultura de los Millares (sudeste peninsular) y en Vila Nova de Sao Pedro (Desembocadura del Tajo), así como en la Meseta (en las tierras del Duero).

Los trabajos efectuados por el profesor J. Maluquer en la provincia de Salamanca, durante la década de los cincuenta del pasado siglo, permitieron comprobar la existencia de un nutrido grupo de poblados en las zonas próximas a las sierras, a caballo entre el momento final del fenómeno megalítico (Neolítico) y los albores de la metalurgia (Calcolítico o Edad del Cobre). Los poblados debieron ser pequeños, no superando en ningún caso la hectárea de superficie, y aparecen instalados en zonas de fácil defensa. Por lo demás, existe una cierta continuidad de ocupación en los mismos asentamientos y una mayor tendencia a la vida sedentaria.

La prueba de que nos hallamos en el momento inicial de la Edad de los Metales es la presencia de herramientas muy simples de cobre (hachas planas) y algunas leznas. Se trata, en todo caso de elementos muy raros, aunque se ha demostrado la presencia de pequeños talleres locales que, probablemente, alcanzaron a cubrir las necesidades de los doblamientos de la zona. Existen dificultades, en todo caso, para precisar el origen del mineral trabajado, pues no se conocen importantes filones de cobre, aunque pudiera bastar la existencia de vetas en Zamora y Portugal.

Las tumbas típicas se caracterizan, a diferencia de las tumbas monumentales y colectivas de la época megalítica anterior, por ser individuales y en simple fosa. Sin embargo en determinadas zonas se reutilizaron los monumentos megalíticos, como así lo atestiguan ciertos megalitos salmantinos (Aldeavieja de Tormes, Galisancho o La Veguilla).

Se puede completar la breve visión de este periodo de la historia de la humanidad reseñando el hallazgo de elementos de oro (diademas de Aldeavieja de Tormes), cuentas de collar (dolmen de La Veguilla). En todo caso se trata de objetos muy simples, que no exigen fundición, sino un mero trabajo en frío, estirando pepitas muy propbablemente recogidas en los ríos auríferos como el Tormes.

Estela de Robleda hispanosenguerra.blogpost.com

Estela de Robleda

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Para finalizar hablaremos de dos tipos de poblados calcolítico (Edad del Cobre) existentes en nuestra provincia, bien distintos: “Tierras Lineras” (Mata de Ledesma) y “Sierro Grande” (La Encina, localidad próxima a Ciudad Rodrigo).

A la hora de hablar de “Tierras Lineras” seguiremos las pautas del artículo Aproximación al poblado Calcolítico de «Tierras Lineras», La Mata de Ledesma, Salamanca, de L. Arias González y M. S. López Plaza (Revista Zephyrus. Año 1988-1989: nº 41-42)

El yacimiento de «Tierras Lineras» se encuentra en el fondo del valle regado por el arroyo «Rivera Chica» y limitado por una serie de lomas suavemente onduladas que no superan los 820 m. A pesar del carácter irregular de dicho arroyo y de su fuerte estiaje, el lugar tiene un alto índice de humedad, aumentado por la presencia de manantiales, e incluso en verano la persistencia de una serie de charcas profundas denominadas localmente «caozos» propician la existencia de pastizales. El propio topónimo del yacimiento hace referencia a esta cualidad higrométrica que permitiría el cultivo del lino.

Se trata de un poblado de llanura, totalmente abierto, sin preocupación defensiva alguna, y de muy considerable extensión.

Los restos de vivienda de «Tierras Lineras» muestran muros con un estrecho basamento de piedra, sin cimentación y un uso abundante de barro y madera en la construcción, como lo atestiguan algún hoyo de poste, residuos de carbón y abundantes pellas de barro que conservan improntas de ramaje o cañas. Es posible que en el sistema de cubierta se utilizaran losas de pizarra que se prodigan en la zona. En conexión con las viviendas se encuentran dos tipos de estructuras, a su vez estrechamente vinculadas con la economía y más concretamente, se pueden suponer, en relación con la intensificación del proceso productivo agrícola y ganadero.

Se han encontrado restos de una especie de empalizada vegetal, reforzada con barro y asentada en una zanja muy superficial; puede considerarse una empalizada cuya misión sería la de guardar ganado.

Otro tipo de estructuras aparecidas, pueden ser calificadas como «silos».

El conjunto cerámico tiene una gran importancia. Las técnicas decorativas y los motivos utilizados son incisiones, impresiones (formando bandas verticales y oblicuas,  rellenando triángulos o con formas totalmente irregulares) o incrustación (efectuada con pasta blanca, que puede ser cal).

En cuanto a los útiles hallados: microrraspador,  elementos de flecha, cuchillos,  molinos, molenderas, alisadores y objetos ornamentales en piedra.

Se encontraron restos  de las especies salvajes procedentes de la caza (ciervo, jabalí, zorro, lobo,…) así como posibles especies domésticas (oveja y caballo).

El periodo de asentamiento podría abarcar probablemente el III milenio a.C.

Por último, hacer una breve referencia a la economía, básicamente agrícola-ganadera, de «Tierras Lineras». La caza de determinadas especies (el ciervo, lobo, zorro) muestra relativa importancia, como es habitual en contextos calcolíticos. No obstante, no debe pasar desapercibida la presencia de caballo, que se repite en yacimientos calcolíticos de la región, planteando la duda de su uso exclusivamente en la alimentación o como animal de tiro o monta.

Ídolo  agallas.net

Ídolo

agallas.net

Extrayendo datos de agallas.net podemos hablar del yacimiento de “El Sierro” (La Encina). Este poblamiento descansa sobre un cerro desde el cual se domina toda la llanura de la depresión del suroeste de Ciudad Rodrigo. La elevación está cortada por dos arroyos y se rodea de pronunciadas pendientes, excepto en el flanco sur. Los estudios del yacimiento han deparado el hallazgo de abundantes piezas pulimentadas (hachas y puntas de flecha), de las que se han hallado más de un centenar, así como algunos molinos de mano. Completan la industria lítica alisadores para la cerámica y piezas martilleadas de cuarzo, de dudosa interpretación.

Los restos cerámicos se nos presentan muy fragmentados. Se trata de una cerámica fabricada a mano, con fuego reductor y formas muy simples. Algunos de estos fragmentos están decorados mediante incisiones con motivos rellenos de triángulos de puntos. En barro fueron fabricadas también pesas de telar con una o dos perforaciones que terminan en extremos cuadrados o curvilíneos.

La superficie se encuentra regada por gran cantidad de piedras, posiblemente restos de antiguas construcciones. Cabe pensar, a tenor de los hallazgos, que los habitantes de El Sierro de La Encina simultanearon la caza y la agricultura, al tiempo que se dedicarían a la cría de ganado -pastoreo- como parece sugerir la topografía. La presencia, si bien escasa, de sílex, evidencia una actividad comercial con áreas alejadas, atestiguada en la Tierra de Ciudad Rodrigo desde la fase típicamente megalítica.

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