CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (41)

EL PODER EN LAS CIUDADES SALMANTINAS DURANTE LOS SIGLOS XIV Y XV

(PRIMERA PARTE)

En el territorio de la actual provincia de Salamanca coexistieron diversos poderes en las zonas urbanas: las jurisdicciones emanadas del rey, las de los señores feudales, las de la Iglesia y las de los concejos.

La unidad fundamental política de los territorios era el concejo. Cada aldea o pequeño núcleo de poblamiento se organizaba en un concejo rural o aldeano y un número de ellos (decenas o, incluso, centenares) estaban normalmente integrados en grandes marcos jurisdiccionales que tenían como capital una ciudad o una villa. Desde la repoblación de los territorios salmantinos (desde finales del siglo XI al siglo XIII) las principales ciudades o villas eran: Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ledesma, Alba de Tormes, Béjar, Salvatierra, Miranda y Montemayor; en los siglos XIV y XV seguían siendo los principales concejos. Sin embargo, se dieron también casos en los que pequeños concejos de aldea se “independizaron” de la disciplina de las grandes ciudades y constituyeron administraciones soberanas de concejos autónomos.

Salamanca y su Tierra era, con diferencia, la principal circunscripción: en el siglo XV alcanzaba cerca de 340 lugares poblados. Le sigue en número Ledesma y su Tierra con cerca de 190 núcleos poblados; Ciudad Rodrigo y su Tierra contarían con 115 lugares; Alba de Tormes y su Tierra tendrían setenta y cinco aldeas; Béjar dispondría de 38 lugares; Salvatierra agruparía a una veintena de núcleos; Montemayor 14 y  Miranda dispondría de una docena. La villa cacereña de Granadilla contaba con dos enclaves salmantinos: Sotoserrano y La Alberca; esta última población era la principal de la Tierra de Granadilla, triplicando a la de la capital.

Completando este cuadro tan diverso y complejo de poder desde mediados del siglo XIV y durante todo el siglo XV, muchos concejos reales fueron perdiendo pequeñas partes de territorios que se convirtieron en concejos propios y cayeron en manos de señores feudales.

Además existieron algunos núcleos que dependían de la Iglesia (bien del cabildo o del dominio catedralicio); concretamente  los respectivos territorios del “Abadengo” de Salamanca (Abadengo de la Armuña, Cantalapiedra, Topas, Vitigudino o San Martín del Castañar) y el de Ciudad Rodrigo.  Otros núcleos dependían de señores eclesiásticos, bien de los obispos (salmantino o mirobrigense), del arzobispo de Santiago o de alguna Orden.

Dejando al margen estos últimos poblamientos, podríamos agrupar a los concejos en tres tipos: ciudades realengas (Salamanca y Ciudad Rodrigo); concejos de “Villa y Tierra” (Béjar, Ledesma, Alba, Salvatierra, Miranda y Montemayor); y pequeños concejos aldeanos, sin tierra dependiente y que se fueron señorializando.

La ciudad de Salamanca permaneció durante toda la Edad Media vinculada al realengo; era sede episcopal y tenía representación en cortes. Según Villar y Macías, Alfonso XI concedió a mediados del siglo XIV (desde 1340 hasta 1356)  el señorío de Salamanca a su mujer (María de Portugal); hacia 1366 (durante la guerra civil entre Pedro I y Enrique II) las fuerzas vivas más fuertes de la ciudad se inclinaron por don Enrique. Con posterioridad los primeros reyes de la dinastía de Trastámara continuaron la costumbre de entregar la ciudad a sus esposas; Enrique II lo hizo con su mujer Juana (fallecida en Salamanca en el año 1381), Juan I se la dio a sus dos esposas (Leonor, fallecida muy pronto, y a su segunda esposa Beatriz). Esta costumbre se rompió de manera transitoria en el año 1396, cuando Enrique III puso un corregidor en la ciudad.

MARÍA DE PORTUGAL (esposa de Alfonso XI)

Miniatura de la Genealogía de los Reyes de Portugal (siglo XVI)

de Antonio de Holanda.

(www.es.wikipedia.com)

Parece que se trataba de una delegación administrativa de la ciudad desde el poder real, sin cuestionar su señorío; en la práctica, la administración recaía en personas que gobernaban en nombre del rey o de la “señora”; como ejemplo tenemos a doña Juana (esposa de Enrique II) quien delegó el gobierno de la ciudad en don Diego García (caballero toresano). Durante la mayor parte del siglo XV las personas que gobernaban la ciudad fueron los regidores, entre los que se pueden citar a: don Juan de Valencia (mariscal de Castilla), don Alonso de Estúñiga (maestresala del rey), don Fernando de Castro, don Carlos Arellano (mariscal de Castilla), don Juan de Torres, don Pedro de Guevara, don Pedro de Castro, don Diego Hurtado de Mendoza o el mismo Príncipe de Asturias (Don Juan).

Las dificultades aparecieron en la segunda mitad del citado siglo. Con la guerra civil durante el reinado de Enrique IV, la ciudad pudo salir beneficiada tras adherirse a la causa del monarca; la feria franca de septiembre es una prueba de la recompensa ofrecida por el monarca a la ciudad en el año 1467. Sin embargo dos años más tarde la ciudad estuvo a punto de pasar a señorío, siendo beneficiado el conde de Alba (García Álvarez de Toledo) a quien el rey le debía el favor de haberle ayudado.

Escultura del Príncipe Juan (hijo de los Reyes Católicos)

de Agustín Casillas.

(www.lagacetadesalamanca.es)

Posteriormente los partidarios salmantinos de Isabel la Católica y los de Juana la Beltraneja protagonizaron algunos conflictos pero en ningún momento volvió a correr el riesgo de caer en manos de señores feudales.

La situación de Ciudad Rodrigo (sede episcopal y cabeza de un amplio distrito concejil) es algo más compleja que la de Salamanca, aunque no pareciera tan convulsa en ciertos momentos y es que el compromiso que el infante don Sancho adquirió en el año 1282 con la ciudad, garantizando que siempre se mantendría en el realengo, fue cumplido.

La complejidad podría venir por el lugar que ocupaba. Ser frontera tuvo su cara y su cruz: a veces fue destruida (tanto la villa como su Tierra), pero también atrajo privilegios reales y consciencia regia de ser un enclave estratégico.

También esa complejidad podría venir por las apetencias de grandes linajes nobles o por el recurso a hombres fuertes ante situaciones críticas.

Ni las guerras civiles o las guerras con Portugal, en las que la ciudad tuvo gran protagonismo, supusieron modificaciones en su estatuto jurisdiccional. Fue, sin embargo, en pleno reinado de Juan II cuando la ciudad corrió el riesgo de desgajarse del señorío real.

En el año 1442 el monarca concedía Ciudad Rodrigo a su esposa (doña María) a cambio de Molina (en la frontera aragonesa), cuyo señorío correspondía a la reina; era una concesión vitalicia hasta la muerte de la reina, momento en que el monarca volvería a recuperar la jurisdicción del realengo. El concejo, representado por los dos regidores (Diego García de Chaves y Esteban Pacheco), cabezas de los linajes mirobrigenses, rechazó la concesión; a pesar de ello doña María tomó posesión como señora de la ciudad, comprometiéndose a respetar todos los privilegios, usos y costumbres.

Escudo de los Chaves-Garcialópez.

(www.pantxike.wordpress.com)

En el año 1444 los derechos jurisdiccionales pasaron al príncipe don Enrique. Cuando este sucedió a su padre en el trono, la ciudad recuperó con toda naturalidad la condición realenga de manera estricta.

La única amenaza posterior, coincidiendo con Salamanca, acaecería en el año 1465, cuando el rey, agradecido a los servicios prestados por el conde de Alba, le concedió Ciudad Rodrigo con todo su territorio; la concesión no se hizo efectiva. Posteriormente también se pensó en otorgar al duque de Alba (por parte de la reina Isabel) Ciudad Rodrigo, pero no ocurrió al fin.

En todo este ajetreo aparece la figura de don Diego del Águila, nombrado en 1470 gobernador general de la frontera y alcaide, quien controló militarmente la ciudad en los momentos de guerra, siempre al servicio de los Reyes Católicos, y que  pasó a erigirse en uno de los miembros de la oligarquía mirobrigense.

Patio del Palacio de Los Águila

(www.tribunadesalamanca.com)

Personajes que rigieron la ciudad pertenecieron a diversas familias: los Garci-López, los Pacheco, los Silva o los Águila. También lo fueron Hernando de Silva o Nuño Fernández Cabeza de Vaca.

Las mayores villas de la provincia de Salamanca, al margen de las ciudades, eran Ledesma, Alba y Béjar.

En el siglo XIII eran villas realengas pero este estatus lo fueron perdiendo en varias fases. En una primera fase (desde finales del siglo XIII hasta mediados del XIV) se fueron realizando concesiones de infantazgo y, aunque se movieron en la órbita de los reyes, oscilaron entre el realengo y la concesión de señorío a miembros de la familia real. En una segunda fase (segunda mitad del siglo XIV hasta mediados del siglo XV) las villas pasaron a manos señoriales, aunque de forma no definitiva, entre los que destacaron los infantes de Aragón. En una tercera fase una casa señorial importante, sobre todo las de nuevo cuño, se consolida definitivamente en las villas: los Estúñiga en Béjar (también titulares de Miranda); los Álvarez de Toledo (Casa de Alba) en esa villa y en Salvatierra; y los de La Cueva en Ledesma.

En Béjar, en la segunda mitad del siglo XIII, aparece interviniendo doña Violante (esposa de Alfonso X). En 1304 Alfonso de la Cerda (nieto de Alfonso X) aparece como señor de la villa. En 1332 el rey Alfonso XI entregaría Béjar al infante don Sancho (hijo del monarca y de Leonor de Guzmán), quien, a pesar de ser un niño, confirmó los privilegios de la villa. En el año 1344 parece que Béjar pasó de nuevo a manos del monarca quien nombra alcaldes de la villa.

Posteriormente los Trastamara conceden, en el año 1373, la jurisdicción de Béjar a Don Diego López Pacheco (caballero portugués) pero cuya concesión duró muy poco ya que en el año 1384 doña Betariz (segunda esposa de Juan I) cede Tordesillas a la corona a cambio de la villa bejarana y la conservó hasta 1396, cuando, siendo viuda, la entregó al rey Enrique III.

Miniatura de Beatriz de Portugal (esposa de Juan I)

(www.es.wikipedia.com)

Ese mismo año el monarca cede Béjar a Don Diego López de Estúñiga (Justicia Mayor del reino) y uno de los nobles más importantes de Castilla. De esta manera se iniciaba la fase en la que la villa pasa a manos de la alta nobleza (la familia de los Estúñiga) y se consolida este estatus.

La villa de Ledesma también muestra las tres etapas jurisdiccionales. La primera fase venía derivada de su estatus realengo (con el que se repobló y se mantuvo durante todo el siglo XIII). Posteriormente, durante el siglo XIV hubo un período de transición en los que el infante don Pedro (hijo de Alfonso X) recibió la villa, que pasó a su hijo Sancho. Las cláusulas de concesión del monarca establecían que si el infante o su hijo, morían sin descendencia, la villa retornaría al dominio real, algo que ocurrió en el año 1312, cuando Fernando IV confirmó los privilegios de la villa. Durante el reinado de Alfonso XI la villa pasó a los infantes: don Sancho, don Fernando y don Juan; hasta que el rey Pedro I recuperó la villa para la corona.

La segunda fase en la historia jurisdiccional de Ledesma aparece durante el reinado de Enrique II cuando acabó en manos de señores nobiliarios particulares. La hija de don Sancho (hijo de Alfonso XI), doña Leonor, señora de Haro, heredó la villa que se integró en los dominios de su marido don Fernando de Antequera (tío de Juan II y futuro rey de Aragón). El año 1411, don Fernando de Antequera (señor de Lara, duque de Peñafiel, conde de Alburquerque, señor de Castro y Haro) ya figura como señor de Ledesma; luego pasó a su viuda y más tarde a su hijo Enrique, infante de Aragón.

El enfrentamiento de los infantes de Aragón con Álvaro de Luna (privado de Juan II) ocasionó su derrota y perdieron todas sus posesiones castellanas y Ledesma pasó a manos realengas en el año 1429. Desde esta fecha hasta 1442 la villa estuvo en manos de los Estúñiga y posteriormente pasó al infante don Enrique, aunque el monarca logró recuperarla enseguida.

Hasta el reinado de Enrique IV no entró la villa en la tercera fase, cuando don Beltrán  de la Cueva (duque de Alburquerque) fue nombrado señor de Ledesma con el título de conde y que consolidó el citado linaje.

Retrato de Beltrán de la Cueva, conde de Ledesma (siglo XIX)

(www.es.wikipedia.com)

Alba de Tormes también presenta las tres fases que ya comentamos anteriormente. En los primeros momentos alternó realengo e infantazgo: estuvo administrada por el infante don Pedro (hijo de Alfonso X) y luego por Alfonso de la Cerda; en 1312 Fernando IV recuperó la villa, para posteriormente pasar a la administración de Diego Gómez de Castañeda. Alfonso XI y Pedro I mantuvieron Alba de Tormes en el realengo.

Ya en la segunda fase Enrique II entrega la villa en el año 1373 a don Dionís (infante portugués), prometido con doña Constanza (hija del rey castellano), siempre que el matrimonio se llevara a cabo; don Dionís administró la villa hasta 1380 (no se cumplió el compromiso matrimonial). Posteriormente pasa a otro infante portugués, don Juan, quien sí casó con Constanza y luego a la hija de ambos, doña Beatriz de Portugal.

Con la minoría de edad de Juan II el regente Fernando de Antequera colaboró en la administración del señorío de Alba, incluso nombró a un corregidor (Gonzalo López), y finalmente sucedió a doña Beatriz en el señorío. En la segunda década del siglo XV Alba quedó incluida en los señoríos castellanos de los infantes de Aragón.

Sobre 1422 la villa quedó administrativamente dividida entre el infante don Pedro y el infante don Juan. La situación no ocultaba la rivalidad entre los dos infantes. Al final don Juan (futuro rey de Navarra) obtuvo la villa desde 1422 hasta 1429, año en que perdió las posesiones castellanas tras la derrota frente a Álvaro de Luna y Juan II.

A finales de 1429 el rey Juan II de Castilla entregó Alba a don Gutierre Álvarez de Toledo y se inició la consolidación de una casa señorial, la Casa de Alba, gracias a los favores que el rey debía a este linaje nobiliario. Alba de Tormes fue su primera gran concesión.

Gutierre de Toledo, primer titular de la Casa de Alba, fue obispo de Palencia y arzobispo de Sevilla y Toledo; dejó en manos de su sobrino, Fernando Álvarez de Toledo, el señorío de la villa, quien obtuvo el título de conde Alba en el año 1439. Si hijo, García Álvarez de Toledo, sucedió al padre desde 1464 hasta 1488 y alcanzó el título de duque de Alba. Ese mismo año le sucedió su hijo Fadrique.

Detalle de D. García Álvarez de Toledo, I Duque de Alba

(Detalle de «La Anunciación al Primer Duque de Alba»)

(www.es.wikipedia.com)

Para la realización del presenta artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

– HERNÁNDEZ VEGAS, M.: “Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Tomo I. Capítulos XXVIII al XXXIV”. Excmo. Cabildo de la Catedral. Ciudad Rodrigo. 1982

– MONSALVO ANTÓN, J.M..: “Historia de Salamanca II. Edad Media. Capítulo V. “Panorama y evolución jurisdiccional en la Baja Edad Media”.  Coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín.  Centro de Estudios Salmantinos. 1997

– VALDEÓN, Julio: “La Baja Edad Media. Crisis y renovación en los siglos XIV y XV”. Historia de España 5”. Información y Revistas. Madrid, 1981

– VILLAR Y MACÍAS, M.: “Historia de Salamanca. Libro Cuarto y Libro Quinto. Capítulo I y II”. Diputación Provincial de Salamanca. Salamanca. 1887

 

Comparte: