CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (39)

EL FIN DE LA COLONIZACIÓN Y DE LA REPOBLACIÓN

CIUDADES, VILLAS Y ALDEAS

A mediados del siglo XIII todos los territorios del sur de la provincia ya se habían convertido en zonas estables de población y constituían áreas de retaguardia dentro de la corona de Castilla. La desaparición de la frontera que había con Extremadura tuvo  consecuencias de distinto tipo: fin del recurso al botín y transformación de la función militar en función política (respaldada por el  monopolio de la fuerza en el interior de los concejos).

Y es que, como ya no se podían realizar acciones de rapiña contra los enemigos, los caballeros se las arreglaron para no “irse al paro”, consiguiendo limitar y reglamentar su participación en la guerra además de poder controlar el término dependiente de la villa (incluso “las pueblas” se han de realizar con su visto bueno) y dirigir (en la práctica) la política concejil.

En la segunda mitad del siglo XIII había abundancia de núcleos estables de población, cercanos unos a otros (a veces de poco más de dos kilómetros), con escasos habitantes, donde predominaban las aldeas sobre las villas o las ciudades.

Las capitales de los alfoces (Alba de Tormes, Béjar, Ciudad Rodrigo, Ledesma o Salamanca) eran lugares permanentes de residencia de algún tipo de poder feudal. Constituían aglomeraciones de edificaciones relacionadas con la producción artesanal especializada y con actividades comerciales. En los espacios rurales circundantes, que constituían el término concejil, se encontraban las aldeas donde vivía una población dedicada casi exclusivamente a actividades agrarias (algunas familias campesinas tenían sus viviendas al lado mismo de los campos de cultivo o de los montes comunales donde pastaba su ganado).

Las capitales con más población serían Salamanca, Ciudad Rodrigo, Ledesma, Alba de Tormes y Béjar (por este orden), formando un segundo grupo villas como Miranda del Castañar, Salvatierra, Monleón, Montemayor del Río, Santiago de la Puebla, Lumbrales, San Felices de los Gallegos o Fuenteguinaldo.

En la ciudad salmantina se produjo un notable incremento de la población; si en un primer momento se instalaron unas treinta y seis “collaciones” (barrios o parroquias), durante el siglo XIII se fueron añadiendo otras nuevas, cuyo poblamiento quedó encomendado desde el inicio a distintas instituciones eclesiásticas. Sabemos, por ejemplo, que en la collación de Sancti-Spiritus habían llegado gentes de Zamora, Benavente o Medina y que los nuevos vecinos procedían de varios pueblos próximos como Parada, Pajares, Forfoleda, Calvarrasa o Villoria, entre otros.

Parte de las murallas de Salmanca en la zona de Rector Esperabé

(www.lacronicadesalamanca.com)

A finales del siglo XII  la ciudad contaba con nuevas murallas, plazas y mercados nuevos. Su centro comercial se desplazó hacia el norte; desde la plaza del Azogue Viejo (próximo a la Catedral) al Azogue Nuevo (zona de la Rúa), porque hacia allí se iba extendiendo su espacio edificado como consecuencia del aumento de población.

Lo mismo iba a ocurrir en Ciudad Rodrigo. En estas fechas llegó a tener hasta quince collaciones o barrios.

Todo este aumento de población se fue traduciendo en fragmentación territorial, religiosa y política entre sus habitantes. En la práctica la totalidad de las ciudades y villas de la provincia contaron con más de una iglesia que daba nombre a cada barrio y se convirtieron en distritos de participación o representación política; también disponían de  tiendas y mercados permanentes.

Pero lo más peculiar de todo fue la existencia de fortalezas y murallas; debido a la importancia de la función militar de los concejos, toda capital era también sede del poder local y del poder delegado del monarca o del señor en cuestión. Es por ello que estos núcleos debían de disponer de castillo, cárcel, horca y muralla, como emblemas del poder político y social; y así lo demuestran las edificaciones (o los restos) de Alba de Tormes, Béjar, Ciudad Rodrigo, Guijo de Ávila, Ledesma, Miranda del Castañar, Monleón, Montemayor del Río, Salamanca o Salvatierra de Tormes. Pero hubo también fortificaciones en Almenara de Tormes, Buenamadre, Carpio-Bernardo, Hinojosa de Duero, San Martín del Castañar o Sobradillo (cabezas de señoríos particulares).

Vista de Ciudad Rodrigo con sus murallas, fosos y alcázar.

(www.amigosdelos castillos.es)

Las murallas de las villas, aunque parecieran construcciones defensivas, tenían, en sí, un emblema señorial, de poder; en sus puertas se cobraban portazgos y otros tributos a mercaderes y aldeanos; los muros eran una línea que marcaba la existencia o no de privilegios para los que residían dentro o fuera de los mismos.

Las aldeas tenían una situación distinta. A pesar de la disparidad de ellas, todas llegaron a tener rasgos y características comunes derivadas de su condición subordinada a una villa o ciudad. Los pueblos tenían una sola parroquia, no poseían muros y no podían contar con castillo a no ser que la aldea en cuestión se convirtiera en villa, tal y como ocurrió con Almenara, donde su señor (el infante Pedro, hijo de Alfonso X) construyó un castillo, derribado posteriormente por el monarca Alfonso XI en el año 1315.

Imagen del Infante Pedro, hijo de Alfonso X, impulsor del castillo de Almenara de Tormes

(www.es.wikipedia.org)

En todas ellas se constituyó un mapa parcelario muy fragmentado y una red de caminos de tipo radial que tenía como centro la plaza del pueblo.

En la mayoría apenas si contaban con una o dos docenas de familias, donde los campesinos poseían libertad de movimientos, fuertes derechos de dominio sobre sus explotaciones y vivían al lado mismo de sus explotaciones. Hacia 1265 en el arcedianato de Ledesma, con 2440 km2, había 148 aldeas; en el alfoz de Alba, con 920 km2, había 96 asentamientos; en el arcedianato de Salamanca, con una extensión de 4000 km2 (incluía los concejos de Monleón, Salavatierra de Tormes y Miranda del Castañar), tenía 329 aldeas.

A pesar de que existieron todas estas características comunes, empezaron a aparecer diferencias y desequilibrios entre los lugares habitados. Las llamadas “aldeas grandes” estaban situadas en los bordes de los alfoces: Hinojosa de Duero, Lumbrales, San Felices de los Gallegos y Villavieja de Yeltes en el alfoz de Ciudad Rodrigo; Barruecopardo, Buenamadre y Almenara en el de Ledesma; Cantalapiedra entre los términos de Salamanca y Arévalo; Macotera en el de Alba de Tormes.

Vista de la villa de Macotera

(www.verpueblos.com)

Con el paso de los años algunas decisiones políticas de reyes y de instituciones locales provocaron modificaciones en el poblamiento de la provincia rellenando a veces con nuevas aldeas espacios con escaso número de asentamientos, contribuyendo al crecimiento de núcleos ya existentes o dando lugar a los primeros despoblados a mediados del siglo XIII.

Será durante estos años cuando la colonización se dio por concluida y se afianzó una importante red de población rural donde los concejos urbanos habían asegurado su dominio sobre las aldeas de sus respectivas áreas jurisdiccionales. A este respecto hay que señalar que, salvo Salamanca  y Ciudad Rodrigo, todos los demás concejos salmantinos se hallaban  bajo la órbita de señores feudales. Incluso aquellos, en algún momento, vieron amenazada su situación. Ello motivó, tal y como señala la Documentación medieval de Ciudad Rodrigo, que el infante Sancho, en el año 1282 se comprometiera a mantener a la citada ciudad y su término bajo el realengo; Salamanca se vio obligada a reconocer como señora a la reina madre Doña María (viuda de Alfonso XI).

La reina Doña María, viuda de Alfonso XI

Miniatura de «Genealogia dos reis de Portugal» (siglo XVI)

(www.es.wikipedia.org)

Diversas medidas de los concejos urbanos hicieron posible el mantenimiento de la población de las aldeas, sobre todo las órdenes de protección municipal de la producción, impidiendo la entrada de otros productos procedentes de fuera de la jurisdicción, o el impulso dado para favorecer el incremento de pobladores, originarios de otras comarcas.

Durante los años finales del siglo XIII se ocuparon de manera definitiva el curso alto del Alagón, con todos sus afluentes, y los extremos meridionales de los alfoces de Salamanca y Ciudad Rodrigo o el curso alto del Tormes.

Y llegados a este punto hemos de señalar que el final de la “reconquista” y la falta de tierras por ocupar militarmente provocaron cambios en el ordenamiento social y político en el interior de los territorios salmantinos. Los concejos urbanos se vieron obligados a pensar más en la política interior que en la exterior, asegurándose algunos grupos de la antigua caballería de las villas un reparto jerarquizado y competitivo de la renta social.

La señorialización de varias tierras y la aparición de pequeños señoríos (Almenara, Santiago de la Puebla, Villoruela, Buenamadre o San Martín del Castañar) son una muestra de los intentos de recomponer los acuerdos entre los diferentes sectores privilegiados.

Se va a producir un incremento del número de pueblos, aunque los indicios señalan que lo más común que sucediera fuese una separación de familias que habitaban en el núcleo urbano y abandonaban sus viviendas para ir a construir otras nuevas al lado mismo de espacios roturados. Existen aún hoy varios pueblos creados durante esta ápoca, cuyos nombres recuerdan las procedencias de sus fundadores: Santa María de Sando o Zafroncino en la tierra de Ledesma; Guijuelo al lado mismo de Guijo, en la jurisdicción de Salvatierra de Tormes; Coca y Coquilla, Gallegos o Pedraza en la Valdobla; Moriscos en la zona de la Armuña; Boadilla, Cabrillas, Ituruelo o Sobradillo en la jurisdicción de Ciudad Rodrigo.

Vista aérea de Peñaranda de Bracamonte

(www.viajetop.com)

Peñaranda de Bracamonte, con el nombre de Peñaranda surgía mediados del siglo XIII en la misma frontera entre los alfoces de Ávila, Salamanca y Alba de Tormes y en el entrecruzamiento de las cañadas que unían Medina del Campo y Plasencia y de los caminos que enlazaban Ávila con Salamanca y Arévalo con Alba; por lo tanto se fundó en un lugar estratégico. Curioso señalar que muy cerca se encontraba otra Peñaranda que acabaría llamándose Peñarandilla, debido a su pérdida de población y, por consiguiente, de importancia.

Para la elaboración del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

– BARRIOS, A.: “Historia de Salamanca II. Edad Media. Capítulo IV. “El poblamiento medieval salmantino: el final de la colonización”.  Coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín.  Centro de Estudios Salmantinos. 1997

– HERNÁNDEZ VEGAS, M.: “Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Tomo I. Capítulos IV y XIX ”. Excmo. Cabildo de la Catedral. Ciudad Rodrigo. 1982

 

Comparte: