CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (21)

 SALAMANCA Y LOS PRIMEROS MUSULMANES

Como ya dijimos en el capítulo anterior, la crisis económica, social y política que vivió el reino visigodo  coincidió con la expansión musulmana por el norte de África, facilitando su entrada en la Península.

Grabado del rey Don Rodrigo

(www.historalia.com)

Tras la batalla de Guadalete y la derrota del ejército de don Rodrigo, el cuerpo de éste no fue encontrado y las leyendas aparecieron de inmediato. Según una de ellas el vencido rey huyó hacia Mérida y luego se refugió en la Sierra de Francia. Hasta allí llegaron las tropas bereberes, mandadas por el walí norteafricano Muza ibn Nusayr, vasallo del califa de Damasco, que lo volvería a derrotar en la batalla de Segoyuela de las Cornejas, cerca de Tamames,

Otros apuntan al “Castillo Viejo” de Valero,  lugar en el que se refugió el rey Rodrigo, acompañado de su amada la Cava, hija del conde Julián quien les persiguió poniendo sitio a la fortaleza. La Cava en estos lares se la conoce como Quil’ama, dando nombre a la Sierra en la que se encuentra este paraje. Rodrigo, en el último momento, consigue escapar poniendo a salvo un gran tesoro en una cueva cercana.

Finalmente, el Rey encontrará la muerte en Viseu (Portugal), convertido en eremita en un intento de purgar sus culpas. Algunos viajeros, muchos siglos después, dicen haber leído una lápida en una pequeña iglesia en la que se pudiera leer: «Aquí yace Roederico, último rey de los godos«.

Vista del promontorio denominado «Castillo Viejo», en la Sierra de las Quilamas,

donde, según la leyenda, se refugió Don Rodrigo con su amada

(www.salamancaentresierras.com)

Leyendas aparte, lo que sí es cierto es que el poder visigodo se desintegró y la mayor parte de los territorios quedaron bajo control militar de los invasores musulmanes, control poco eficaz  por lo que respecta al territorio salmantino, tal y como señalan las fuentes históricas y los restos arqueológicos.

A pesar de ello, según la creencia popular que ha circulado por nuestros pueblos existe la leyenda de que determinadas ruinas o restos arquitectónicos antiguos pertenece a los “árabes”, acompañado todo ello de alusiones a la existencia de grandes tesoros ocultos o el recuerdo de algún mártir, víctima de la crueldad musulmana.

No dejan de ser creencias sin ninguna base científica y tal y como señala Gómez Moreno: “De árabe puro nada he visto en la provincia; todo lo que revela arte de moros está hecho al servicio del cristianismo y aparece subyugado por éste”.

Parece lógico este planteamiento toda vez  que es muy probable que ningún árabe llegara a establecerse de modo fijo en Salamanca entre los siglos VIII y XI, aunque pasara por estas tierras en alguna expedición militar o de saqueo. Ya señalamos en el capítulo anterior que el wali Muza, atendiendo a la llamada del califa de Damasco, atravesó la Península desde sus conquistas del noroeste,  siguiendo la vía de Astorga a Mérida y ocupando las zonas occidentales, afianzando de este modo el dominio musulmán sobre puntos como Zamora o Salamanca.

Sí pudieron permanecer durante algunas décadas en las ciudades de la cuenca del Duero grupos de bereberes como retenes militares para controlar la población, aunque su estancia fue efímera y desde mediados del siglo VIII abandonaron su destino y funciones. Ellos podían haber dejado huellas artísticas, pero teniendo en cuenta su dedicación militar y el escaso desarrollo cultural de estos nortefricanos, poco pudieron dejar.

En realidad el poder musulmán quedará limitado al norte por el Sistema Central y, por tanto, nuestra provincia se encontraría al margen, aunque no exenta de expediciones de saqueo o ataques. Si bien y siguiendo fuentes musulmanas, y tal y como ha constatado F. Maíllo, no hay alusión a Salamanca en los escritos de los siglos VIII y IX, lo que prueba el escaso interés y control que ejercieron sobre el territorio salmantino.

¿Hubo continuidad de los pobladores de estas tierras?

Sin duda pudo haber continuidad aunque en circunstancias adversas, tanto militares como económicas (durante el siglo VIII se produjeron varias sequías que conllevaron hambrunas), aunque las grandes propiedades que la iglesia y la nobleza poseían habían sido prácticamente eliminadas.

Imagen de Alfonso I, apodado El Católico

(www.historiadeespana.review)

También hay que tener en cuenta la voluntad del rey Alfonso I de trasladar hasta la zona astur a los habitantes de estos territorios salmantinos junto con los demás de la cuenca del Duero. Todo ello pudo provocar el despoblamiento de esta zona, convirtiéndola en “frontera estratégica” entre los cristianos del norte y los musulmanes del sur.

No parece un planteamiento descabellado; sin embargo hay datos que lo pudieran contradecir; entre ellos,  la continuidad de la toponimia romana y aún prerromana en muchos lugares de nuestra provincia, que no puede explicarse si se hubiera producido un vacío de población de unos cuatro siglos (parece mucho tiempo); abandono prolongado que hubiera significado la ruina total de poblaciones enteras y la pérdida de la memoria sobre ellas.

Permanecieron topónimos prerromanos como Salamanca, Arapiles, Ledesma, Barruecopardo, Peñaranda, Macotera, Béjar, Cantalapiedra o Batuecas; también topónimos latinos como Baños, Buenamadre o Lumbrales. Todos ellos, de haberse producido la despoblación total,  habrían caído en el más completo olvido. Otros topónimos que aparecen en el territorio salmantino pueden hacer pensar en lugares de asentamiento de tropas árabes y bereberes tal y como lo demuestran lugares tan distanciados como Majuges, Gajates o Izcala.

Se tiene constancia, por otra parte, de la existencia de perseguidos, algunos procedentes de Al-Andalus, que deseaban vivir libres en sus costumbres y religión tradicional. Ello puede ser la causa de  que determinados lugares tengan nombres de origen árabe, que se localizan sobre todo en terrenos serranos: La Alberca, Mogarraz, Navamorisca, etc.; todos ellos pudieron ser lugares cuyos habitantes fueran mozárabes que se trasladaron más allá del dominio musulmán o de gentes que se asentaron en la zona aprovechando el descontrol de la misma.

Habría que pensar que hubo continuidad de pobladores, aunque no de todos (eso sí). Resulta claro que la población autóctona se mantuvo en su lugar tras la invasión musulmana y para controlarla se ordenó el desplazamiento de grupos de bereberes; también se sabe que algunos hispano-godos se convirtieron al Islam y que todos tuvieron que pagar el tributo exigido por el nuevo poder militar.

Según F. Araujo “Salamanca entregó cuantas armas y caballos poseía, pudiendo retirarse, con pérdida de sus bienes, de la ciudad cuantos cristianos prefirieran abandonar sus hogares; a los que se quedaron, se les mantuvo en el disfrute de sus riquezas sujetándolos a moderado tributo, se les permitió el ejercicio de su profesión y culto y la conservación de sus leyes y tribunales, y solo se les prohibió levantar iglesias nuevas, castigar al que abjurase el cristianismo, convirtiéndose a la religión muslímica, y hacer procesiones públicas”.

Durante la segunda mitad del siglo VIII (entre el 750 y el 768) tuvo lugar la expedición del rey cristiano Alfonso I o de su hermano Fruela que concluiría con la expulsión de los pocos musulmanes que permanecían en las tierras del Duero, hasta el sur del Sistema Central, trasladando a la población cristiana más allá de la Cordillera Cantábrica.

Miniatura de las Cantigas de Santa María,

donde se representa una de las batallas entre ejércitos cristianos y musulmanes.

(www.es.wikipedia.com)

La tónica durante estos años pudo ser que Salamanca fue tomada al asalto y saqueada en unas doce ocasiones (de las que se tiene constancia).

Parece que la despoblación de más de treinta ciudades o lugares de la Meseta Norte (entre ellos, Salamanca y Ledesma) se cita expresamente en textos no solo cristianos sino también en fuentes islámicas.  La mención de las dos ciudades del Tormes en las Crónicas de Alfonso III es una prueba de que a finales del siglo IX estas poblaciones tenían una cierta entidad tanto demográfica como económica.

Sin embargo, tal y como destacan algunos autores, los musulmanes consideraban que sus dominios quedaban limitados al norte por el Sistema Central por lo que es de suponer que muchos campesinos se mantuvieran en su lugares de residencia, dedicados a la tradicional explotación ganadera que le permitiría más movilidad y mejor adaptación a las circunstancias de inseguridad existentes.

La citada despoblación parece que consistió en el traslado de líderes y autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, con sus familiares y servidores, quedando los pueblos sin organización.

Entre los trasladados figuraban los obispos. Algunos de ellos mantuvieron el título de la sede salmantina, aunque estuvieran localizados junto a la corte asturiana, siéndole asignada una de las  parroquias, la de San Julián de los Prados en Oviedo, que se convirtió en la sede de los obispos salmantinos. Quizá por la marcha de los clérigos que eran casi los únicos que dominaban la escritura pasó un siglo sin tenerse noticias de nuestra provincia.

Vista de la Iglesia románica de San Julián de los Prados

(www.espanaescultura.es)

Si bien las dos sociedades disponían de tierras en abundancia y sólo traspasarían los límites de manera muy ocasional. Se producirían movimientos de población seminómada con sus rebaños, de aventureros y de delincuentes. Ninguno precisó de levantar acta de sus desplazamientos ni reclamar a las autoridades unos supuestos derechos.

Parece pues que hay indicios suficientes para establecer que se produjo la permanencia de numerosos contingentes de población bastante heterogénea donde se mantuvo la pervivencia  de estructuras sociales y económicas indígenas.

Es posible que emergieran de nuevo formas antiguas de organización social y económica que habían pervivido en espacios marginales, enmascaradas bajo formas romanizadoras muy superficiales. Todo ello fue evolucionando superándose el nomadismo y la economía de recolección mediante la práctica de una agricultura sistemática; se llevó a cabo el acceso a la propiedad privada de la tierra y del ganado; se produjo la disolución de las viejas unidades de parentesco y la consolidación de un tipo de familia más restringida. Pero ello no fue obstáculo para que pervivieran antiguas estructuras tribales como la propiedad colectiva de la tierra (limitada a espacios no cultivados).

Puente Mocho, próximo a Ledesma. Formaba parte de  La Vía Colimbriana.

(www.diariodelviajero.com)

Se siguieron empleando los tramos de la red de comunicaciones que aún tenían su importancia: la Calzada de la Plata, la Vía Colimbriana (unía Salamanca con Coimbra, atravesando el territorio de la actual Ciudad Rodrigo) o la Vía Dalmacia (partía desde Zamora, entraba en nuestra provincia por el norte, cerca de Ledesma, para dirigirse hacia la zona de Ciudad Rodrigo, superaba la sierra de Gata por el actual puerto de Perales y se unía nuevamente a la Calzada de la Plata en Alconétar, cerca de Cáceres)

Tramo de la Vía Dalmacia a su paso por Gata

(www.inforaya.es)

Para la elaboración del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

–  “Historia de Salamanca”.  BONILLA HERNÁNDEZ, J.A.; HERNÁNDEZ DÍAZ, J.M. y MARTÍN MARTÍN, J.L. Ediciones GRUPOSA. Salamanca, 1996

– “La reina del Tormes. Guía histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca”. ARAUJO. F. Caja     de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca. Salamanca, 1984

– “La repoblación de los territorio salmantinos. Pervivencias y rupturas”.  MÍNGUEZ, J.M. correspondiente al capítulo I de HISTORIA DE SALAMANCA II  (coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín), edita Centro de Estudios Salmantinos. 1997

“Sabías que…”. AA.VV. Edita Gruposa S.A.

Continuará ….

Comparte: