Tomando un café con… JOSE MIGUEL LÓPEZ NOVOA, investigador y catedrático de Fisiología

Nunca había podido experimentar qué se siente al hablar con un hombre de ciencia, hasta hoy. Y a la conclusión que he llegado es que no he hablado con José Miguel López Novoa, investigador y catedrático de Fisiología, sino que he podido charlar con José Miguel, el padre, el marido, el hombre cercano, el apasionado de su trabajo y el vecino de Villamayor.

Ya lo decía Aristóteles, un filósofo de la Antigua Grecia: «Las ciencias tienen las raíces amargas, pero muy dulces los frutos«. Este es el vivo ejemplo de José Miguel López, un apasionado de la biomedicina que, tras una larga carrera profesional, terminó asentado en una casita de la urbanización Las Canteras con su mujer y sus tres hijos, y una plaza de catedrático en la Universidad de Salamanca.

Gran parte de la gFOTO1ente de Villamayor, desconocíamos que entre sus vecinos se encontraba un premio Castilla y León en Investigación Científica, una persona amante de la investigación y experto en temas renales. Hoy, con un café y un combinado para empezar bien la tarde, he podido apreciar la humildad, sencillez y modestia no solo de un gran investigador, sino también de una gran persona.

 

Para aquellos vecinos que aún no le conocen, ¿Quién es José Miguel López Novoa? ¿Cómo se define?

José Miguel López Novoa es un señor que vino a Villamayor hace 26 años de Madrid. Era profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que por una serie de circunstancias, decidió irse de Madrid y del centro donde estaba, a otro sitio. Elegí Salamanca por razones casuales. Había una plaza de catedrático de fisiología disponible, me presenté y contra toda esperanza, me la dieron a mí. Por esa razón, me moví a Salamanca. Decidí, porque teníamos niños pequeños y porque vivir en Salamanca era muy caro, vivir en Villamayor y, sin duda, acertamos. Tuvimos las primeras casas adosadas que se hicieron en el pueblo.

Seguramente esté muy ocupado, pero siempre hay un ratito libre ¿Cuáles son sus aficiones?

Tengo muchas aficiones. Cultivo cactus y plantas de zonas tropicales, que lógicamente con el clima de Villamayor se pelean un poquito. Aun así, tengo una buena colección de casi 600 especies. Me gusta mucho escribir: poesía, cuentos… Y dedico mucho tiempo a mi trabajo que, también en buena parte, es una afición. Soy catedrático de Fisiología pero también, dentro de eso, hay una parte fundamental y mayoritaria del tiempo que es la investigación. La investigación es un pozo sin fondo, por lo que me gusta mucho leer, estudiar y escribir sobre ello. Además, me gusta mucho el senderismo, el arte y toda la arquitectura.

Empezó siendo biólogo y terminó de catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina, ¿cómo ha sido el proceso hasta llegar ahí?

El proceso ha sido sencillo. A mí me gustaba mucho la medicina, de hecho hice primero de Medicina. En aquel momento, era un curso común para todas las carreras de ciencias, y haciendo primero me di cuenta de que yo no valía para ello. Entonces, segundo ya lo cursé en la Facultad de Biología. Me licencié en Biología en 1973 y tenía ya una plaza de profesor ayudante en la Facultad de Biología pero una de mis compañeras que había estado en un hospital de Madrid, la Fundación Jiménez Díaz, la Clínica de la Concepción, que en aquel momento era uno de los hospitales más avanzados de España en nuevos tratamientos e investigación, me dijo que había una plaza disponible para alguien que quisiera trabajar en nefrología, que es la ciencia del riñón. A mí me pareció, por mi conocimiento en la facultad, que ese hospital podría ofrecerme lo que yo quería, y era un desarrollo más relacionado con la biomedicina. Así que me tiré a la piscina y fui allí. De hecho, comencé a trabajar en el servicio de nefrología clínica como el primer no-clínico del servicio. Me adapté bastante bien, y en el año 1978 me contrataron como médico adjunto, y yo no era médico, pero no había otro nombre para ponerle al contrato. Estuve allí hasta el año 1990, momento en el que me vine aquí y, además, estuve trabajando en la Fundación Jiménez Díaz en un ámbito muy médico, haciendo tareas de investigación básica y clínica sobre enfermedades renales. Esa es la forma que me derivó de la biología hacia la medicina. En el momento en el que llegué aquí y me presenté a la plaza, uno de los problemas que me pusieron era que yo no era médico, era biólogo. Lo que pasa que aunque no fuera médico, había trabajado en un hospital junto con los médicos durante 15 años y quizá mis competidores que sí eran licenciados en medicina, nunca habían estado en un medio hospitalario, con lo cual, no sé quién era más médico, si ellos o yo. Al final, me dieron a mí la plaza y desde entonces ya van 26 años.

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Tratar con la gente joven, asegura, es una de las ventajas de su trabajo. Discreto, virtuoso y un gran lector, escritor y, en definitiva, estudioso. Todas estas facetas le han permitido dirgirse por el camino que siempre ha deseado: la investigación. Lleva por lema el trabajo como afición y afirma estar satisfecho de poder trabajar en algo que le entusiasma desde siempre, aunque la parte negativa se la lleva su familia y entorno, a quien no puede dedicarle todo el tiempo que le gustaría. Así, su familia, los nuevos investigadores y los más necesitados son sus grandes alicientes para jubilarse. La vida, declara, le ha dado mucho y ahora siente que tiene que devolvérselo.

Su carrera está plagada de éxitos profesionales, ¿qué ha sido lo más satisfactorio que ha realizado?

Es muy satisfactorio cuando te encuentras, pasados los años, a alumnos en una posición muy importante y te dicen: “Yo estoy aquí también por lo que usted me enseñó, por lo que vi en usted, por la motivación que usted me dio…” Eso es lo más satisfactorio que he tenido en mi vida. Voy a congresos donde el presidente es un antiguo alumno de la facultad. Y luego, en congresos científicos del área de nefrología, normalmente un porcentaje muy elevado de los que trabajan y presentan las cosas han sido mis alumnos en la facultad. Esa es probablemente mi mayor satisfacción, el ver que el trabajo de cada día a alguien le ha servido para motivarle.

¿Qué es lo mejor y lo peor de su profesión?

Lo mejor es que uno trabaja con gente joven, y siempre es joven. Dicen que lo peor que tiene un profesor de universidad es que ellos siempre tienen veinte años y uno mismo no, porque van cambiando constantemente. En la parte de investigación, es que el trabajo de cada día es tu afición, es decir, uno es aficionado a eso, entonces que te paguen por ejercer tu afición es algo muy importante. Esas dos partes son de las mejores. ¿Lo peor? El tiempo. Requiere todo el tiempo del mundo, todo el que se le dedique es poco. Eso al final, lo pagan tus hijos y sobre todo tu mujer. Aunque yo he intentado en los últimos años, especialmente, dedicar el máximo tiempo posible a la familia. Pero al final le restas tiempo, es una profesión muy sacrificada.

¿Qué supuso para usted recibir el premio Castilla y León en Investigación Científica 2005?

En primer lugar, una sorpresa. De ninguna forma contaba con ello. Yo era un recién llegado todavía, una persona con no demasiada implicación aquí, yo nunca me he dedicado a la vida social científica ni a la vida social salmantina. Mi dedicación es a mi trabajo y a mi familia, pero no a la vida social. Fue una gran sorpresa y me obligó a salir del anonimato. ¿Significó un ánimo para mi carrera? Realmente no, porque para este tipo de trabajos no se necesita ánimo. A lo mejor se necesita más un ánimo para los que te rodean en ese momento, porque la ciencia es un poco “desanimante” a veces: las cosas tardan en salir o no salen como uno quiere. Ese tipo de cosas, casi más que para mí, para quienes me rodeaban significó un ánimo para ver que lo que estamos haciendo, no lo estamos haciendo mal.

¿Le gustaría jubilarse pronto o prefiere seguir dedicándose a la investigación?

Me quiero jubilar ya por múltiples razones. La primera de ellas y más importante, es porque yo creo que ahora es el momento de devolverle a mi mujer todo el tiempo que ella me ha dedicado. La segunda razón también muy importante, es que yo creo que las personas que se han formado aquí y que todavía se mantienen en el grupo, son personas que tienen una gran capacidad de desarrollo en su trabajo y quizá mi presencia corte su desarrollo. Hay otra razón muy importante, y es que creo que la vida me ha dado tanto y tan bueno, que tengo que devolverle yo a la vida algo. Mi mujer y yo queremos dedicarnos a personas que realmente necesitan nuestro apoyo y ayuda, a los más necesitados. Eso quiero hacerlo antes de que sea tan viejecillo, que sea yo el que requiera ayuda. Entonces quiero dedicar el tiempo que me quede a los que más lo necesitan.

Orensano de nacimiento y villamayorense de corazón. Llegó al pueblo por recomendación de un representante y le convenció. Implicado en la vida local y formando parte de la Coral de Adultos de Villamayor, asegura no gustarle laFOTO2 Armuña aunque le encanta la cercanía que algunos vecinos le mostraron a su llegada. Satisfecho y feliz de su decisión de instalarse en las Canteras, cree que el Parque Científico es una gran oportunidad para dar a conocer la ciencia entre los ciudadanos.

¿Qué hace un gallego como usted en un pueblo como Villamayor?

Fue una cosa del destino cuando yo trabajaba en la Fundación Jiménez Díaz. Un representante se enteró de que yo había sacado una plaza en Salamanca y me dijo: “conozco un señor que está construyendo unas casitas en Villamayor, unos chalets adosados en Las Canteras…”. En aquel momento en Salamanca no había apenas urbanizaciones y los pisos en Salamanca eran muy caros. Entonces tenía información del representante de esto, me vine a Villamayor, lo vi y me gustó. En aquel momento, la verdad que era un poco triste porque las calles estaban sin asfaltar, todo era un camino, pero me pareció que podía ser una buena opción. Y nos arriesgamos aquí. Desde el primer día nos integramos en el pueblo: fuimos a la parroquia, conocimos a la gente, e hicimos la mayor parte de nuestra vida aquí. Al final caí en Villamayor por circunstancias del destino y estoy muy contento de ello, creo que fue una magnifica elección, no fue ningún error. Nuestros hijos se han criado corriendo por el campo allí en la pradera enfrente de casa y creo que eso les ha ayudado a ser como son.

¿Qué es lo que más le gusta de residir en Villamayor? ¿Y lo que menos?

Al principio era un pueblo complicado. Eran en torno a 600 habitantes y nosotros fuimos de los primeros que llegaban de fuera y había una especie de diferencia entre “los de siempre” y los que éramos de fuera, pero nos fue muy fácil conectar con la gente de siempre. De hecho, nuestros mejores amigos son gente de siempre de Villamayor. Quizás fue eso lo que más me gustó de Villamayor, la cercanía de algunos vecinos. Por otro lado, lo que menos me gusta de Villamayor es la Armuña. Me gusta mucho pasear por el río, donde hay agua, árboles… Soy gallego y se nota. Desde mi casa se ve toda la Armuña en invierno: arda, oscura, sin un solo árbol… y eso me deprime. Sin embargo, hay otra versión que es la parte del rio, donde han hecho un paseo y eso sí me gusta.

Sabemos que participa en el coro de Villamayor, háblenos un poquito de qué es lo que se hace para que los vecinos conozcan la agrupación.

La Coral de Adultos, que se llama. Fundamentalmente lo que hacemos es divertirnos y pasárnoslo muy bien, luego también cantamos. Nos gusta cantar, y nos juntamos una vez a la semana un grupo de 16 o 17 personas mayores, muchos jubilados y mucha gente del pueblo. La idea importante es que es un rato que nos olvidamos de todo: las preocupaciones de la semana, las enfermedades, los hijos, los nietos… Se nos pasa en un santiamén la hora y media o dos horas largas que estamos cantando. Se ha generado un ambiente muy bueno y es una manera de educar el oído, de divertirse, de aprender algo nuevo y mantenerte joven de forma divertida. Realmente yo invitaría a todo al que le gustara cantar, aunque no supiera cantar, a que viniera porque es una actividad realmente divertida, motivante y acabas el día relajadísimo.

Como buen investigador y hombre dedicado a la ciencia, ¿cuál es su opinión sobre el Parque Científico de Villamayor?

Mi opinión es buena porque creo que la ciencia que fundamentalmente se ha visto es una ciencia bastante lejana a la realidad. Mucha gente no sabe qué hacemos ni para qué sirve lo que hacemos. Tenemos la obligación de contarlo y transmitir cómo afecta a la vida de los ciudadanos. El Parque Científico es una forma de aplicar la ciencia a cosas muy prácticas, a cosas que afectan directamente a la vida de los ciudadanos. Es algo fundamental que toda universidad debiera tener. Esta universidad ha empezado un poquito tarde pero va teniendo un desarrollo bueno y ya hay algunas empresas líderes en su sector. Lo que se debería hacer es seguir desarrollándolo.

Por último, ¿de qué tema le hubiera gustado hablar y no le he preguntado?

Destacar que estoy muy feliz de ser un ciudadano de Villamayor, podría haberlo sido más, aunque hemos hecho casi de todo aquí: hemos sido catequistas, mi mujer ha sido profesora de religión en el colegio público, hemos estado en la escuela de música, hemos estado en el equipo de futbol metidos durante mucho tiempo… Además, hemos creado una asociación lúdico-cultural en su momento, con una idea muy bonita, que es “Argamasa” que todavía existe. Su idea era hacer excursiones o visitas culturales con familias y niños, por lo que había pensar en algún atractivo para los niños. El nombre de “Argamasa” viene de la idea de juntar a gente de fuera con gente del pueblo y tuvo un cierto grado de éxito, hasta que nuestros hijos decidieron dejar de venir con nosotros por lo que se perdió, en parte, nuestro sentido. Pero la asociación ha seguido y existe. Así que yo creo que hemos participado mucho en la vida del pueblo y yo estoy muy contento de haber participado porque soy una persona de aldea, y me muevo mejor en un pueblo que en una capital. Me considero siempre un hombre de Villamayor.

FOTO3Esta vez el café se hizo corto, para tantas cosas que me contó José Miguel. Por un momento, el Bar Mistyka se convirtió en una atmosfera tranquila donde escuchaba las sabias palabras de un hombre de ciencia, un hombre con una larga trayectoria recorrida y un padre de familia.

Para finalizar, quiero destacar y felicitar el buen trabajo llevado a cabo por José Miguel López Novoa. El buen trabajo como persona preocupada por los más necesitados y el buen trabajo como vecino de Villamayor e implicado en todos sus asuntos. Prefiero dejar de lado sus méritos como investigador, pues como él bien me dijo, sus reconocimientos son tan válidos como los buenos trabajos realizados en cualquier otra profesión menos reconocida socialmente. Hoy no he conocido a un erudito, hoy he conocido a una gran persona.

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