Tomando un café con… IGNACIO SANCHÓN, Cantero

Siempre he oído eso de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. ¡Qué gran verdad! Soy de las que piensan que la sabiduría y la experiencia pertenecen a aquellos mayores que, quizá, sin muchos estudios y sin muchos conocimientos, han sabido capear los reveses de la vida y tirar para adelante como sea, porque no tenían otra opción.DSCN2516

Me encanta sentarme a escuchar a nuestros mayores, son fuente de sabiduría y aprendizaje. Esos tesoros que nos quedan para seguir escuchando sus trabajos de la infancia y sus batallitas de juventud. Esos que nos hacen ver lo afortunados que somos por tener de todo, pero que nos ponen los dientes largos al escuchar lo felices que fueron sin nada. Esos tesoros que nos hacen mirar al pasado con incertidumbre e inquietud, y nos hacen mirar la vida un poco en blanco y negro.

La entrevista de hoy no pretendo que sea una entrevista como tal, sino un homenaje. A todos aquellos mayores que hicieron Villamayor y a los que tenemos tanto que agradecer. Decía Philip Bosmas, diseñador gráfico belga: “Lo que eres es infinitamente más importante que lo que tienes”. Nuestro entrevistado de hoy, seguramente haya tenido mucho, pero lo que sin duda quedará para la posteridad de este municipio, es cómo es y cómo trata a los que estamos a su alrededor.

Ignacio Sanchón, peDSCN2515rtenece a una de las familias más grandes y conocidas en nuestro pueblo. Villamayorense de 86 años, con siete hijos y cinco nietos. Lecherín y cantero. Esta última fue la profesión que le llevó a lo más alto y que más ha aportado a su vida. Los que somos de Villamayor “de toda la vida” le conocemos como “Corpas”, mote que  viene por su afición a los toros.

¿Cuáles son sus orígenes? Háblenos de su procedencia en Villamayor.

Nací el 5 de enero de 1931. Fuimos diez hermanos, de los cuales yo era el tercero. Desde muy pequeño me tocó cuidar marranos aquí en Villamayor, y ayudar a los agricultores, a cambio de un cacho de pan. Entonces éramos 70 o 80 vecinos: unos treinta obreros o unas cuarenta dedicados al terreno. Mi madre, como tenía mucho amistad con todos porque el pueblo era muy pequeño, le daban que si una lata de lentejas, que si una lata de garbanzos, que si medio pan… Hasta que luego ya se pudo ir mejorando, una vez que se terminó la guerra. Hubo un tiempo que había el estraperlo, y tenía uno que madrugar e ir a buscar a Valverdón un pan que te daban los panaderos. Íbamos unos dos o tres que éramos los más valientes con una bicicleta desde Villamayor a Valverdón, y teníamos que venir por unas aldeas como Valcuevo y Tesonera, por los caminos porque sino nos los quitaban de las manos.

¿Cómo fue su infancia?

Estuve cuidando marranos hasta los 7 u 8 años, y luego me fui a cuidar vacas, y desde las vacas me quedé en una finca que había estado un señor que venía de la Guerra de Cuba. Ahí estuve desde muy pequeño hasta los 16 años. También estuve de lechero por Salamanca, con un burro y con otra mula despachando la leche, todos los días, no había fiestas ni había nada. Desde las 6 de la mañana que le tenía que ayudar al hortelano que estaba allí al cuidado del ganado. Los de la finca tenían hijos de mi edad y eran muy amigos míos. La dueña fue como mi segunda madre, ¿por qué? Porque si yo vendía 100 litros de leche, los 100 litros de leche unos me los pagaban todos los días y otros cada cuatro o cinco días. Me acuerdo que me llamaban “lecherín”. Tenías que andar toda Salamanca, por Torres Villarroel, toda la Avenida Mirat hasta la Gran Vía, que por aquel entonces era nueva. De los primeros edificios que se hicieron allí fue el Gran Vía, y ahí me quisieron llevar de torerillo.

¿Cómo era el Villamayor de su juventud? ¿Cómo recuerda las fiestas?

En el año que se corrieron los gallos, fue mi quinta. Si fuimos 9 o 10 amigos, los quintos que se dicen, hicimos eso. Nosotros corrimos los gallos. Cuando teníamos una fiesta por aquí, el médico, que era alcalde y médico, Don Eliseo, nos decía que éramos muy buenos pero que teníamos que respetarlo. El resto de fiestas las recuerdo muy buenas. Recuerdo que había muy buen vino. Según se va para Gudino y el Canto, había unos viñedos muy buenos, por eso el vino siempre triunfaba.

Sabemos que la gente del pueblo le conoce como “Corpas”, ¿De dónde viene ese apodo?

Yo he sido siempre aficionado a los toros, me gustaba todo ese mundo. Entonces andaban dos hermanos que eran Los Corpas, y además unos que tenían la plaza de toros y a los que les llevaba yo la leche y me daban entradas para ir a las novilladas y las corridas. Me daban los pases y me iba a los toros, y desde entonces, por eso me llaman el Corpas.

Ignacio Sanchón pertenece a una de las principales familias de canteros de Villamayor, heredero del oficio de su abuelo Antonio y de su padreDSCN2514. Ignacio se inició en el oficio de la piedra desde su juventud junto a sus hermanos. Sus recuerdos de niñez se remontan al inicio de la Guerra Civil española, época de miseria, donde la dificultad económica y penurias reinaban en todo el país. A pesar de los duros comienzos, con el paso de los años, Ignacio Sanchón “Corpas” consiguió convertirse en uno de los principales canteros de nuestra provincia, llegando a tener alrededor de 60 empleados a su cargo.

Pertenece a una de las principales familias de canteros de Villamayor, ¿Cómo comenzó en este mundo?

Yo siempre he dicho que mi madre me parió en una cantera. Mi padre era hermano de otro cantero que había aquí en Villamayor, mi tío Julián. Cuando mi padre no tenía trabajo se iba con su hermano a la cantera. Me acuerdo que todas esas piedras grandes que hay en la gasolinera de la puerta Zamora, las sacó mi padre aquí en Villamayor. De ahí viene mi relación con la cantería, es una profesión que ha pasado de generación en generación.

Usted ha trabajado mucho como cantero, hábleme de los edificios que ha restaurado y trabajos importantes que ha realizado.

Tengo que decir que todos los arquitectos que he conocido me han dado la enhorabuena siempre que he trabajado. En Madrid, en la misma Moraleja, he trabajado con arquitectos fabulosos, allí hice unos seis chalets.

Uno de los mejores arquitectos, Rafael Moneo, me hizo el Ayuntamiento de Logroño. Ese ayuntamiento lo hice yo, todo de piedra, lo coloqué con otros dos compañeros. Ese señor me dio a mi mucho trabajo en Madrid. Allí hice la Casa Cantabria, que está pegando al Retiro.

Aquí en Salamanca, he llevado las obras del Palacio de Congresos, con un señor arquitecto al que le dije que la fachada de piedra tenía que hacerla y colocarla como yo quisiera.

¿Cómo ha cambiado el negocio de la cantería desde que estaba usted hasta ahora?

Mucho. Lo que antes se hacía en tres días, ahora se hace en tres horas. Para la extracción de la piedra y para colocar la piedra. Pero luego, el trabajo de la piedra hay que saberlo colocar, y hay que saber mantenerla bien por dentro.

Sin duda, el mejor proyecto realizado por IgnDSCN2512acio fue aquel que le permitió hacerse internacional y llegar hasta el imperio nipón. Las réplicas de las fachadas de la Universidad y de la Catedral Nueva de Salamanca lucen en un pueblo japonés desde hace casi 20 años. La empresa Sanchón Diego fue la encargada de llevar a cabo este proyecto, cuyos canteros dedicaron más de mil días a labrar los casi quinientos bloque de piedra dorada.

Háblenos de sus mejores años como cantero.

Fueron años muy buenos. Yo gané mucho dinero con mi hermano. Pero yo salía fuera de Salamanca y conseguía mucho más que aquí, pero como éramos juntos los dos pues siempre fuimos a la par. Yo empecé sin nada, pero esa familia de Salamanca con la que estaba de lecherín, me dijo a mí, cuando ya me conocía, que cuando necesitase dinero fuese a él, nunca a un banco. Yo compré algunos edificios de Villamayor, como el del Supermercado Día, por ejemplo. Recuerdo que mi hermano no quería al principio, pero cuando vio que nos daban ganancias, se alegró de aquella decisión. De ahí saqué yo toda la piedra cuando hicimos lo de los japoneses.

Sé que hay algo por ahí relacionado con Japón, ¿puede detallarme en concreto que sucedió?

Estuvimos trabajando 8 escultores, tres años consecutivos. Hicimos la fachada de la Universidad de Salamanca, y dos portadas de la Catedral de La Gloria. Tuvimos que hacer unas naves, según se va al campo de fútbol. Fue un gran proyecto. Estuvimos allí, en Japón, porque nos invitaron después de que ellos vinieran dos veces o tres. Fuimos doce o catorce. El sitio en el que está puesto es el pueblo de Nagoya.

¿Cree que Villamayor ha perdido el encanto de pueblo que tenía hace décadas?

Sí. Ya no tiene nada que ver esto con lo que era antes. Lo primero, que ya hay muy poca gente de Villamayor y no conocemos a la mayoría. Hay mucha gente que ya no los conoces. Si miramos la gente del pueblo, somos el 15%, y si miramos los de fuera son el 85%. Así que sí, ha perdido ese encanto de pueblo, pero como todo, la vida evoluciona.

Y así fue como Ignacio me contó sus experiencias y peripecias que recuerda siempre con una sonrisa. Y así fue como comprendí un poquito mejor el oficio de la cantería, y todo lo que esto ha aportado a nuestro municipio. Y también, así admiré un poquito más a nuestros mayores. Pero de lo que no cabe duda, es que con esta charla pude conocer, no a Ignacio, sino al “Corpas”: ese hombre cariñoso, cercano, locuaz, campechano y dicharachero que siempre da todo lo que tiene y teDSCN2513 saca una sonrisa allá donde te ve con sus “¡hola maja!”. Ese hombre que, con 86 primaveras a sus espaldas, me ha enseñado que la vida no se mide en años, sino en experiencias y aprendizajes. Ese hombre que, en apenas 35 minutos me ha ganado con sus palabras y su cercanía. Ese hombre que toda nieta quisiera tener como abuelo, porque se hace querer, y mucho. Este es “Corpas” y estas son sus experiencias. Los abuelos deberían ser eternos.

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