Las malas jugadas de los jugadores.

Las malas jugadas de los jugadores

 

El fútbol es un deporte, no la guerra» Pedro Zaballa Barquín. (1938/1997)Fue jugador del Club de Fútbol Sabadell

 

“Lo que sientes por el fútbol, no se explica con palabras”. Alegría, felicidad, pasión, rabia, enfado, sorpresa, emoción… todos los sentimientos y pasiones caben en el fútbol. Es la nueva religión que crea enemistades, y desata pasiones.

 

El fútbol es el deporte que más se practica en el mundo. Por eso se le conoce como el deporte rey. Y sus jugadores se convierten en iconos, en ídolos para millones de niños y mayores.

 

Y por tanto modelos de imitación y de comportamiento. Son referentes para sus seguidores. Muchos de ellos son buenos modelos dentro y fuera del campo como Butragueño o Raúl que jugaron en el Real Madrid o Andrés Iniesta jugador del Fútbol Club Barcelona.

 

El problema surge cuando algunos jugadores olvidan su responsabilidad como ciudadanos y, aún peor, como modelos de comportamiento.

 

Viene esto a cuento porque en los últimos días hemos asistido a comportamientos reprobables dentro y fuera del campo. Por mucho que sostengan que desde determinados medios de comunicación se les vapulea o que los aficionados del equipo rival los insulta. Deben estar preparados para soportar esa presión o recurrir a ayudas de autocontrol.

 

El caso más reciente lo hemos vivido con la confrontación entre el Barcelona y el Espanyol. Observamos como el portero de uno de los equipos pisa de forma intencionada la pierna de un delantero del equipo contrario con el riesgo de provocar una lesión grave y sostiene que no es intencionado, aunque la televisión lo repite hasta la saciedad. Al final del encuentro, otro jugador afirma que “si hubiéramos sido violentos algunos jugadores habrían salido en camilla”.

Por mucho que se quiera justificar con la tensión del juego, con la pasión de la contienda, con los roces y las faltas, es evidente que esas conductas deben ser sancionadas.

 

Pero el problema se agrava cuando el club correspondiente, no solamente no toma medidas contra el jugador, sino que afirman que defenderán al jugador si es denunciado ante los tribunales.

 

Es evidente que los clubes de fútbol carecen de un código ético que deben cumplir los jugadores dentro y fura del campo o si lo tienen solo sirve de adorno.

 

Los jugadores pertenezcan o no a un equipo de élite deben ser conscientes de su responsabilidad como referente social y como representantes de una sociedad. Eso incluye, al menos, cumplir sus obligaciones como ciudadano, acreditar una conducta razonable dentro y fuera del campo y evitar la incitación a la violencia.

 

Los que ya tenemos algunos años, recordamos a un popular presidente de un club de fútbol que afirmó que a la afición había que darle carnaza. Y aquí radica el problema: se alimenta a grupos radicales, se respalda a hooligans y se mantiene un silencio llamativo y ofensivo cuando sus “figuras” sobrepasan los límites de la honestidad, de la decencia y de las reglas sociales de convivencia, en vez de desautorizar su comportamiento e, incluso, sancionarles.

 

Resulta sorprendente que se sancione a un jugador por llegar cinco minutos tarde a un entrenamiento y, con frecuencia, se aplaude una conducta reprobable en el campo de juego.

 

Qué pueden pensar nuestros niños y niñas de Villamayor cuando acuden al campo de fútbol de la localidad y leen el cartel que dice: “Fútbol sin violencia” y después observan las acciones violentas de algunos jugadores.

 

Evidentemente, es imprescindible elaborar un Código ético del deporte” que debe conocer y respetar cada jugador o que se dedique a otra actividad. Porque, qué es primero, la educación o el fútbol? Juzguen ustedes.

 

Rafael López Cubino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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