LA BATALLA DEL EBRO: PLAN DE OPERACIONES

A las 0:15 del día 25 de julio de 1938, comenzaron a cruzar el Ebro las primeras unidades del Ejército del Ebro. Comenzaba la más sangrienta batalla de la guerra civil que asoló España durante tres años.

El plan lo había diseñado Vicente Rojo, a la sazón jefe del GERO, nombre oficial del Ejército del Ebro. Vicente Rojo desconfiaba de capacidad técnica de los mandos de las grandes unidades. Si descontamos a Tagüeña, el resto de la casi totalidad de jefes de unidades superior a batallón, provenía de las milicias formadas por una variopinta masa de voluntaristas combatientes, pero sin la menor formación técnica. Un ejemplo es la destitución de “El Campesino”. Un tipo brutal hasta la náusea pero un inútil total como jefe de grandes unidades. De hecho entró en pánico y su unidad tardó 24 horas en incorporarse a la operación.
El plan de Rojo consistía en vadear el Ebro, arrollar las vanguardias franquistas y establecer una fuerte cabeza de playa en la margen derecha del río que permitiera tender puentes para el paso de unidades acorazadas y de artillería. De hecho el plan consistía en los siguientes puntos:
1. Forzar el Ebro en dos zonas de paso bien reconocidas y que llevarían a cabo los Cuerpos de Ejército XV y V.
2. Alcanzar la ventaja táctica de los montes de Fatarella por el norte y las sierras de Cabals y Pandols por el sur.
3. Reducir por embolsamiento la zona central del ataque.
4. Profundizar en dirección a las sierras y Gandesa.
5. Acciones secundarias en las zonas de Fayón-Mequinenza al norte y Amposta al sur.
La teoría era brillante, de hecho esta operación se ha estudiado en las mejores academias militares de todo el mundo. Cruzar el Ebro suponía una empresa muy compleja en cuanto a logística se refiere. Hacen falta brillantes jefes militares en unidades tipo regimiento y superior para llevarla a buen fin. El Ejército Republicano no los tuvo.
El factor sorpresa surtió efecto y las líneas franquistas fueron arrolladas. El Cuerpo de Ejército Marroquí, a las órdenes de Yagüe, defendía el frente. Contaba con las divisiones 50, 13 y 105. La 50 recibió el grueso de la ofensiva mientras que la 105 aguantó la maniobra de distracción diseñada al sur, en Amposta. La división 2 estaba situada al norte y entró en acción más tarde.
Sin embargo y a pesar de los éxitos de la primera jornada, los principales objetivos no se logran. Por ejemplo en el flanco derecho la 42 División, al atacar sobre un objetivo secundario, no cuenta con suficientes recursos, de hecho su batallón de pontoneros, son incapaces de tender pasarelas y no digamos ya puentes. La aparición en escena de la 18ª Bandera de la Legión, frenó el avance y frustró la posible ocupación de Fayón y el enlace con la 3ª División del Ejército Republicano.
En el centro del ataque, la 35 División Republicana, consigue mandar a unos 8.000 soldados a la orilla derecha del río. Sin embargo esta unidad, de unos 12.000 hombres,
formada en su origen por las Brigadas Internacionales, cuentan sólo con 5.700 fusiles, 162 fusiles ametralladoras y 69 ametralladoras. Lo que da una idea de la deficiente asignación de recursos. Más teniendo en cuenta el objetivo de esta división: la toma de Gandesa.
El primer batallón de la 13ª Brigada (35 División), cruza el Ebro como avanzadilla de su unidad. Sigue las instrucciones al pié de la letra y deja atrás las unidades franquistas que encuentra forzando el avance hacia la Venta de Camposines.
Más al sur de la ofensiva, cruza el rio la 11ª División del V Cuerpo de Ejército de Líster. En su flanco derecho está la 35ª División y en el izquierdo la 46ª División. El objetivo es enlazar con la 35 y ocupar Gandesa.
En apenas 24 horas las tropas del Cuerpo de Ejército Marroquí, habían sido arrolladas, algunas unidades republicanas habían flanqueado a las escasas unidades franquistas que resistieron el primer empuje y parecía que la operación podía tener éxito. Si se hubiera seguido el plan inicial, se habrían embolsado a las tropas de Yagüe que no se habían rendido y se hubiera controlado las principales vías de comunicación por las que podrían llegar refuerzos.
No fue así, los jefes franquistas movilizaron todo lo que tenían para reforzar las escasas posiciones que resistían y consiguieron parar la ofensiva con más que escasos recursos. Con poco más que algún tabor y unidades legionarias, obligaron a las tropas republicanas a emplear considerables recursos en la conquista de posiciones insignificantes.
Cuatro meses después y decenas de miles de muertos, acabó el cruce del Ebro. La incapacidad técnica de los mandos republicanos, la incapacidad del Gobierno de reactivar otros frentes, propició una batalla del todo injustificada y que significó mandar al frente a levas de 18 y 40 años.

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