CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (40)

DESPOBLACIÓN Y RECOLONIZACIÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA

Desde principios del siglo XIV en todos los territorios salmantinos se van a producir una serie de cambios en la estructura social acompañando a una profunda crisis económica.

Esta crisis social es, en parte, consecuencia de una persistente crisis agraria que se instaló permanentemente en la zona y acabó poniendo en entredicho el dominio de los poderosos.

Y es que se dio una caída de las rentas y unas dificultades para su reparto; un reparto que se hallaba jerarquizado en los distintos grupos poderosos de cada jurisdicción urbana y entre estos y la monarquía.

La presión fiscal entorpeció el crecimiento material de los agricultores y la normal consecución de excedentes con los que se debían satisfacer las exigencias tributarias, sin poner en peligro el mantenimiento de la propia familia y de sus bienes. En fin, era un círculo vicioso.

Durante este período se dieron graves desequilibrios sociales y luchas de todos contra todos.

Ejemplo de este período turbulento nos lo muestra la “Documentación medieval de Alba de Tormes”. En el año 1295 el concejo de Alba llegó a un acuerdo con el de Salamanca y el de Zamora para defenderse juntos de los daños que recibían de hombres poderosos. Este acuerdo pareció no ser suficiente ya que en el año 1317 se tuvieron que encomendar a Diego Gómez de Castañeda, aceptado como señor, quien envió hombres a la villa para impedir los atropellos desde el exterior.

 

Torre-homenaje del Castillo de los Duques de Alba, en Alba de Tormes

(www.trranostrum.es)

Las primeras décadas del siglo XIV supusieron para los caballeros un avance en su control de los mecanismos de poder de los concejos, llegando a conseguir exenciones y excusas de tributos para ellos y sus familiares.

Por otro lado se produjo usurpación de tierras, de rentas ajenas o el robo de cosechas y ganados utilizando la fuerza.

¿Qué hicieron los pecheros, los “trabajadores contribuyentes”? Intentaron ampliar la producción mediante los rompimientos de áreas no cultivadas y comunales; delimitaron, con permiso del concejo urbano, los términos aldeanos; o intentaron (muchas veces sin éxito) segregar las aldeas de la jurisdicción de las ciudades y villas a las que pertenecían y pasar a engrosar el número de habitantes de villas pequeñas.

Existen ejemplos.

En el año 1303 los vecinos de Salvatierra de Tormes solicitaron el apoyo real porque la villa de Ávila les impedía labrar y pasar con sus ganados al otro lado del río Tormes. El concejo de Granadilla concedió a los vecinos de La Alberca asignación de tierras para labrar. El rey prohibió la emigración salmantina  a la aldea periférica de Villoruela (se había convertido en un pequeño señorío tras desligarse del concejo salmantino) que procuraba atraer a la población pechera de las zonas rurales cercanas mediante el “alivio de tributos”. En 1399 el infante don Fernando, señor de Granadilla y Miranda del Castañar, se vio obligado a mediar entre ambas villas, porque esta última acogía a “algunos hombres vecinos del término de la dicha mi villa Granadilla … aliviándolos de los pechos que ellos solían pagar y pagaban”.

Vista aérea parcial de Salvatierra de Tormes

con los restos del Castillo de la Mora Encantada y de la fortificación

(www.amigosdeloscastillos.es)

Las villas periféricas fueron fuentes permanentes de problemas para los concejos. El concejo de Alba de Tormes, hacia 1294, compró al rey la villa de Santiago de la Puebla, con sus aldeanos, para incorporarla a su jurisdicción, algo que no pudo lograr ni siquiera después de realizada la compra.

Salamanca compró en el año 1312 el castillo de Carpio Bernardo para evitar los males que sus alcaides ocasionaban a las tierras dependientes de la ciudad. En el año 1315 el rey Alfonso XI reintegró dentro de la jurisdicción de Ledesma a la villa de Almenara, mandando derribar su fortaleza.

Durante las dos primeras décadas del siglo XIV continuó aumentando el número de aldeas y seguía habiendo amplios espacios vacantes o vacíos. Un texto de mediados de dicha centuria cuenta cómo toda la serranía salmantina (Jálama, Gata, de Francia y la llamada Sierra Mayor) poseía grandes espacios sin deforestar, donde era posible cazar osos y jabalíes durante todas las estaciones del año.

Estos espacios vacantes no favorecieron el aumento de labrantíos permitidos; al contrario, fueron los impedimentos sociales y fiscales, derivados de los derechos feudales de propiedad y el control del acceso a la posesión y explotación de los medios agrícolas, lo que provocó desajustes en la producción. A estas dificultades se refieren expresiones tales como “censos vacados” o noticias sobre heredades “calvas”, porque no se encontraban personas que las labraran.

En las zonas bajo jurisdicción abulense (sureste de la provincia) se narra (tal y como se recoge en Documentación medieval del archivo municipal de Ávila, de A. Barrios y otros) cómo los habitantes de los deslindes no podían vivir ni mantenerse en las aldeas, como tampoco cumplir con las cargas fiscales; por ello, amenazaban con marcharse de sus lugares de residencia si no les asignaban tierras para cultivar.

A esta crisis productiva y social se le añadió una crisis demográfica durante la segunda mitad del siglo XIV. Como consecuencia de repetidas epidemias y hambrunas, de las malas cosechas o de devastaciones militares, el crecimiento demográfico salamantino se frenó. Todo ello provocó una reducción brusca de las áreas de cultivo, con el posterior abandono de las mismas y, en algunos casos, de las aldeas próximas. Aparecieron despoblados y se inició una emigración rural. Los montes comunales de las aldeas fueron objetivo de las tropelías de los poderosos y fuente permanente de problemas. Lo mismo puede decirse de los bienes acumulados por los eclesiásticos y los tributos que había que pagar.

Difusión de la Peste Negra (epidemia del siglo XIV) en Europa.

(www.es.wikipedia.org)

Durante la segunda parte del siglo XIV grupos poderosos privilegiados ocuparon los terrenos comunales y otros espacios concejiles. Como ejemplo se puede citar que en el año 1376 casi todos los términos comunales de la tierra de Ciudad Rodrigo estaban ocupados por miembros de los Pacheco y de los Garcilópez (tal y como figura en la Documentación medieval de Ciudad Rodrigo).

Las guerras internas del reino, así como los conflictos permanentes con Portugal, tuvieron también gran incidencia en la despoblación y abandono de aldeas en las zonas próximas a la frontera, sobre todo en las jurisdicciones de Ciudad Rodrigo y Ledesma. Algo que provocó decisiones reales como la de rebajar demandas de tributos a ambas zonas.

Por otro lado en los concejos y villas (Salamanca, Ciudad Rodrigo o Alba de Tormes) aparecieron formas políticas de reparto de oficios concejiles y de segura participación en los gobiernos municipales, con mecanismos estables de alternancia en el poder municipal y reproducción de privilegios por parte de los antiguos caballeros villanos.

Miniatura de la Reconquista, donde aparecen caballeros villanos

(www.es.wikipedia.org)

Además, para la reordenación del poblamiento salamantino tuvo su importancia la multiplicación de los señoríos individuales y la segregación a la autoridad concejil de las periferias o alfoces.

Tanto en las jurisdicciones de realengo como de señorío se aceleraron los procesos de separación de tierras y poblaciones, con el fin de crear nuevos señoríos particulares. Así, en el alfoz de Ciudad Rodrigo  existieron como señoríos laicos: Cerralbo, Sobradillo, San Felices, Sepulcro Hilario, Bodón, Alberguería o El Payo; y como señoríos eclesiásticos: Lumbrales, Bouza, Sancti-Spíritus, Saelices, Navasfrías o Monsagro. En el alfoz de Ledesma, como señoríos laicos: Vilvestre, Yecla o Palacios; como señoríos eclesiásticos: Barruecopardo, Saucelle, Vitigudino, Peralejos, Buanamadre, San Pelayo o Valdelosa.

Los beneficiarios ya no van a ser miembros de la familia real, ahora lo serán las cabezas de linajes que participaban directamente en las tomas de decisiones de los concejos urbanos.

Pero, a la vez se observa el desarrollo de un proceso de nuevo poblamiento, el cual afectó sobre todo a las zonas marginales y a las comarcas ganaderas de la zona sur.

La despoblación, por contra, alcanzó niveles espectaculares. En el término de Ledesma desaparecieron por lo menos 24 aldeas (un 16 % de las que había); en el de Alba de Tormes se abandonaron 35 pueblos (el 36% de las existentes); en el de Salamanca se despoblaron unos 66 núcleos (el 26% de las que había).

Los abandonos de campos y pueblos fueron mucho más acusados en las zonas septentrionales, sobre todo en las comarcas dedicadas a la agricultura. La Armuña, Valdevilloria y Alba fueron las que más acusaron la despoblación, con porcentajes de abandono que rondaron un tercio del total. Bien es verdad que la mayoría eran aldeas muy pequeñas fundadas en los últimos momentos del periodo de crecimiento agrario; las “aldeyuelas” tuvieron en muchos casos una vida muy corta.

Algunas comarcas experimentaron de forma paralela un período de aumento de población, como se puede comprobar en la documentación referida a la zona meridional de la provincia y las sierras.

Las comarcas de Salvatierra y Miranda del Castañar, así como la zona de La Alberca, todas ellas espacios señoriales y escenario de frecuentes usurpaciones, vieron cómo se alzaban nuevas aldeas, sin que apenas desaparecieran poblados ya existentes. En la zona de Salvatierra y en la de Miranda se pasó de 77 núcleos fijos a 86; en los alrededores de La Alberca, a mediados del siglo XV, aparecieron poblamientos como Batuecas, Endrinales, Horcajada, Ladrillar o Las Mestas, entre otros. En las zonas de Béjar y Montemayor del Río aumentaron los asentamientos con “alcarías”  en Becedas o Gilbuena. En la jurisdicción de Ciudad Rodrigo se fundaron poblaciones como La Encina o Sancti Spíritus, aunque muchos lugares fueron abandonados, posteriormente acotados y dedicados a la ganadería extensiva por particulares o por el propio concejo urbano. Además los conflictos con Portugal tuvieron efectos negativos en la zona y se produjo empobrecimiento, despoblación y carestía.

Castillo-Palacio de Don Diego de Zúñiga, en Miranda del Castañar

(www.viajesyrutas.es)

Frente a pueblos antiguos del llano, como Aldealengua, Calvarrasa de Abajo, Machacón o Salmoral que tenían entre 30 y 50 vecinos, se hallaban aldeas serranas como Robleda, Sahúgo o Martiago que rondaban los 250 habitantes. Y por encima de todos ellos se encontraban las villas y ciudades, con unas cifras relativamente altas de población; así, Peñaranda del Mercado tendría unos 500 vecinos, como Santiago de la Puebla; Miranda del Castañar contaría con 200 vecinos y Ciudad Rodrigo con 2000.

Desde entonces la forma de los núcleos, su tamaño, los modos de vida y la dedicación de sus habitantes van a ser distintos si se encuentran en montaña o en llano. Se va a producir un antagonismo, a la par que cierta complementariedad, entre pueblos de agricultores y asentamientos ganaderos (integrados desde sus orígenes en señoríos).

Y todo parece indicar que se produjo un acelerado desarrollo de los señoríos laicos y una rápida integración en ellos de las periferias concejiles. Todos los territorios salmantinos que en tiempos de Alfonso X fueron señorializados siguieron siendo señoríos. Los Álvarez de Toledo (Casa de Alba) regían los destinos de las villas y tierras de Alba de Tormes, Salvatierra, Miranda o San Felices. Los Estúñiga afianzaron su control sobre Béjar y su jurisdicción; los de La Cueva hicieron lo propio sobre la tierra de Ledesma. Incluso hubo periodos en los que la Casa de Alba estuvo a punto de convertirse en titular de Salamanca y Ciudad Rodrigo.

Se constituyeron, además, pequeños señoríos periféricos en manos de oligarquías locales: Cerralbo bajo la autoridad de los Pacheco, El Payo bajo los Águila, Tamames bajo los Godínez o Peñaranda bajo los Bracamonte.

Blasón de los Álvarez de Toledo

(www.es.wikipedia.org)

Los nuevos señoríos que se implantaron repitieron en su ordenación interna las formas ya experimentadas por los concejos urbanos de realengo en el siglo XIII, reprodujeron las formas organizativas típicas de las llamadas “comunidades de villa y tierra” y las aldeas integradas en cada señorío se agruparon, a efectos fiscales y administrativos en sexmos, cuartos, rodas o veintenas.

En las tierras de señorío la intervención y presencia de los titulares fue decisiva  para fijar normas que regulaban las relaciones entre las aldeas y las villas, cosa que en las tierras de realengo las fijaban el concejo de la villa y los representantes de los pueblos.

Los titulares de señoríos practicaron variados métodos para atraer a personas, incrementando su número de vasallos, la riqueza de estos y con ello sus ingresos personales.

¿Qué métodos utilizaron? Sin duda fueron variados: exenciones, rebajas fiscales, incluso prácticas violentas. Las aldeas del Campo Charro fueron escenarios continuos de estas prácticas, llegando incluso a ser despobladas varias de ellas por algunos caballeros salmantinos con intereses muy directos en la zona. Son célebres por sus usurpaciones de comunales, robos de ganado y desplazamiento forzoso de familias nombres como Fernández de Tejeda, Gómez de Benavides, Enrique Enríquez o Rodrigo Godínez.

Sea como fuere, muchos lugares dependientes de señores particulares tuvieron un aumento de población considerable. Peñaranda (comprada por Álvaro de Ávila) pasó en un siglo de 18 vecinos a 480 y tener la categoría de villa. En 1446 los procuradores de Ciudad Rodrigo se quejaban de que la aldea de Villasrrubias había aumentado su población, a costa del realengo, de 5 a 40 vecinos, porque la Orden Militar de San Juan actuaba como titular del lugar, estimulando la inmigración.

Desde el lado del realengo se tomaron también medidas similares. En 1445 el príncipe Enrique, alegando el estado de despoblación de la comarca de Ciudad Rodrigo, eximió de tributos a quienes se instalaran de modo definitivo en la villa y su tierra.

Existen datos en diversos documentos sobre la procedencia de los inmigrantes: En Ciudad Rodrigo se establecieron familias procedentes de Gata, Braganza o San Martín del Castañar; en Alba de Tormes gentes de Salamanca, Ledesma, Cantalapiedra, Ávila o Santiago de la Puebla; en Macotera se asentaron familias llegadas de Peñaranda o Bóveda del Río Almar.

Enrique IV de Castilla.

Miniatura de un manuscrito del alemán Jörg von Ehingen, 1455

(www.es.wikipedia.org)

La transformación de algunas aldeas en villas provocó el aumento de nuevos centros comarcales de transformación e intercambio permanente de productos agrarios. Esta sería una de las consecuencias de la concesión por Enrique IV de un mercado franco a Ledesma todos los jueves (a petición de don Beltrán de la Cueva); el mismo monarca otorgó a Salamanca una feria franca a celebrar cada año en la ciudad del 9 al 12 de septiembre; los Reyes Católicos concedieron a Ciudad Rodrigo un mercado franco los martes de cada semana. Estos eventos (con leves modificaciones) perduran a día de hoy.
Para la elaboración del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

– BARRIOS, A.: “Historia de Salamanca II. Edad Media. Capítulo IV. Los cambios bajomedievales: despoblación y recolonización competitiva”.  Coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín.  Centro de Estudios Salmantinos. 1997

– HERNÁNDEZ VEGAS, M.: “Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Tomo I. Capítulos XXVIII, XXXI”. Excmo. Cabildo de la Catedral. Ciudad Rodrigo. 1982

– VILLAR Y MACÍAS, M.: “Historia de Salamanca. Libro Quinto. Capítulo I”. Diputación Provincial de Salamanca. Salamanca. 1887

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