CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (37)

ÓRDENES MILITARES, ÓRDENES MENDICANTES Y MONASTERIOS 

EN LOS SIGLOS XII Y XIII

La actividad eclesiástica en las tierras salmantinas se desarrollará no solo a través de los obispos y el clero regular sino también desde las órdenes militares, las órdenes mendicantes y los monasterios (tanto masculinos como femeninos) y que influirán en la economía, la sociedad, el arte y la cultura.

Sí hay que tener en cuenta que en las dos diócesis salmantinas la organización eclesiástica y la ocupación del suelo harán que tengan mucha importancia los prelados y las parroquias en detrimento de los monasterios, que tendrán una vida muy limitada y, en algunas ocasiones, marginal; aunque es necesario destacar que las grandes instituciones monásticas participaron activamente en la repoblación desde los primeros momentos, sobre todo diferentes órdenes militares (El Temple, Alcántara, San Juan, Santiago y del Hospital) incorporados para seguir las reglas del Císter o de San Agustín, según los casos.

Hay documentación que manifiesta que desde el año 1113 la Orden del Hospital dispuso de la aldea de Paradinas por donación de la reina Doña Urraca y a lo largo del siglo XII recibieron bines en Ledesma o Ciudad Rodrigo.

Los Templarios disfrutaron de propiedades en Armenteros, en la parroquia de San Justo de Salamanca (cuya iglesia se encontraba en la actual Plaza de San Justo) y en San Muñoz.

La Orden de Santiago disfrutó de posesiones en Villasrubias, Ciudad Rodrigo, Barruecopardo, Ledesma, Salamanca y Villoruela.

En la propia ciudad de Salamanca se dieron enclaves jurisdiccionales especiales que correspondían a las órdenes militares de Santiago y del Hospital en el Este (parroquias de Sancti-Spiritus y San Cristóbal, fundamentalmente) y a las de Alcántara y San Juan en el Oeste (iglesias de San María Magdalena y San Juan de Barbalos).

Interior de la Iglesia de San Juan de Barabalos

(www.flickr.com)

Las órdenes mendicantes, de reciente creación, se instalarán en la provincia y tendrán bastante dinamismo.

Los dominicos se asentarán en la Iglesia de San Juan el Blanco (situada muy próxima al río) con anterioridad al año 1229, fecha en la que una riada del Tormes destruirá su convento, por lo que solicitaron ayuda pontificia, concretada en la bula de Gregorio IX por la que se concedían indulgencias a todos los que colaboraran en la reparación de los destrozos del convento, algo que no solo ocurrió sino que sirvió para ampliar las instalaciones. En el año 1256, nuevas inundaciones aconsejaron al obispo concederles un lugar más seguro, la iglesia de San Esteban, embrión de las instalaciones que a día de hoy disponen.

La comunidad dominica se irá asentando y fortaleciendo como demuestra la presencia imprescindible en los testamentos de la segunda mitad del siglo XIII y la pertenencia a la orden de personas influyentes y bien relacionadas, como el obispo Don Pedro Pérez o Fray Juan (sobrino del obispo Don Domingo).

Pórtico del Convento de San Esteban

(www.wikimapia.org)

Los dominicos encontraron enseguida la actividad adecuada en la predicación pública, algo que el clérigo secular no podía hacer por falta de preparación y eso llevó aparejada la dirección de la conciencia de los feligreses. También se interesaron por los estudios, al principio en sus conventos; su preocupación por la doctrina les llevó a intentar controlar los medios donde se comentaba la Biblia y se explicaban los dogmas del Cristianismo. En la Universidad no lo harán hasta un siglo más tarde, cuando incorporaron los estudios de Teología. En 1299 crearán un Estudio General en el convento de San Esteban para que se prepararan allí los frailes en Lógica, Gramática y Teología.

Los orígenes de los Franciscanos no están muy claros, bien por la discreción con la que se establecieron o bien porque la documentación haya desaparecido. Lo que es constatable es que muy pronto desarrollaron su labor en paralelo a los dominicos.

Existen opiniones sobre la posible intervención del mismo San Francisco de Asís, así como de la protección al convento franciscano de Don Fadrique (hijo del rey Fernando III). Si el convento salamantino fue adscrito a la provincia de Santiago (ya desde 1232), es probable que sus fundadores y primeros miembros procedieran de la ciudad gallega e incluso tuvieran alguna relación con el fundador de la orden.

La comunidad franciscana (bajo la denominación de “descalzos”) gozará de cierta consideración social desde el año 1240, cuando recibieron mandas testamentarias de algunos fieles y comenzaron a intervenir en las instituciones de la ciudad. Según Villar y Macías se establecieron primero en la Ermita de San Hilario y en la Iglesia de San Simón (muy próximas al convento de San Francisco). Desde el principio gozaron de la protección de personas importantes (ya hemos citado a Don Fadrique, quien colaborará en la construcción de la iglesia del convento, abierta al culto en 1255) que hicieron donaciones. Serán clérigos muy próximos a la población, expertos en educación religiosa  a través de la predicación y el contacto directo con los enfermos mediante la confesión y presentes en las ceremonias fúnebres, llegando a desplazar al clero parroquial que, preocupado por estas intromisiones, reclamará ante la jerarquía eclesiástica el control de las actividades y el respeto a las competencias parroquiales.

Restos de la Iglesia de San Francisco,

anejos a la Capilla de San Francisco el Grande o de los Padres Capuchinos.

(www.laceonicadesalamanca.com)

Todo ello conducirá a que el pontífice Benedicto XI intervenga en el año 1304 con una bula en la que se regularán las competencias de cada institución y que contiene disposiciones sobre la predicación, el ejercicio de la confesión y la celebración de funerales.
A los franciscanos se les reconocerá abiertamente la posibilidad de predicar en plazas y lugares públicos, así como en iglesias y edificios de su orden (procurando no coincidir con otro predicador).Tendrán amplia libertad para ejercer el sacramento de la confesión (salvo a causantes de crímenes, incendios o delitos graves). En cuanto a los funerales y sepultura, se admite que los fieles designen para tal fin las iglesias de los frailes mendicantes, sin perjudicar los derechos parroquiales.

Desde el principio mantendrán buenas relaciones con la Universidad y manifestarán enseguida un gran interés por la formación intelectual y el estudio.

Se establecieron también en Ciudad Rodrigo durante el siglo XIII en un convento cuyas instalaciones se encontraban fuera del recinto amurallado y de las cuales se conservan unas escasas ruinas, como también lo hicieron en Béjar.

Restos del Convento de San Francisco en Ciudad Rodrigo

(www.es.wikipedia.org)

En cuanto a los conventos que se instalaron en la provincia debemos mencionar varios que tuvieron su importancia, aunque su influencia fuera menor que los conventos antes mencionados.

Prueba de ello es el monasterio de San Vicente, situado en el cerro del mismo nombre. Según la documentación existente, fue entregado por el monarca Alfonso VII a la Orden de Cluny en el año 1143; se le concedió jurisdicción especial en parte de la ciudad y su prior era el “regidor mayor” del concejo; además recibió donaciones de notables salmantinos. Según señala Villar y Macías, el monasterio tenía el señorío de Frades y su jurisdicción.

Pero, a pesar de todo, existen datos que avalan la tesis de ser un monasterio decadente, con apenas pobladores vasallos, falta de recursos materiales y escasez de monjes (según unos datos, a comienzos del siglo XIII están registrados doce monjes, sin embargo a mediados del mismo siglo se documentan el prior y dos monjes).

En esta crisis casi permanente debió influir que los escasos componentes de la comunidad benedictina no destacaran en ningún campo de sus actividades y que  (según consta en documentos) abandonaran e incumplieran los preceptos fundamentales de la Regla benedictina; el propio prior tenía más peso en los aspectos del gobierno del concejo que en los de la propia comunidad religiosa. Hay que destacar que acudía a las reuniones del citado gobierno a caballo y con armadura.

Otro monasterio cluniacense tenía las mismas características; era el monasterio de Santa Águeda de Ciudad Rodrigo. Su iglesia (la de Santa Águeda) fue donada por el rey Fernando II a la abadía de Cluny (en el contexto de repoblación de las tierras mirobrigenses) y le asignó además el señorío de Sahelices. Las informaciones que llegan de las actas de los capítulos generales y de las visitas de Cluny constatan de que el prior no gozaba de buena fama (“El prior es difamado de incontinencia”) y buena parte del patrimonio del monasterio fue enajenado bajo su responsabilidad. Por otro lado, hay acusaciones a finales del siglo XIII de que el prior Don Rodrigo Rodríguez había obtenido el cargo con engaño y contra los estatutos pontificios; llamado a acudir al capítulo general, este antiguo fraile franciscano se negó a acudir y fue depuesto.

Ya en el año 1336 existe una referencia por la cual se constata la ausencia de monjes, pues la comunidad de Santa Águeda tenía un prior sin monjes.

Existen además otros monasterios pertenecientes a la orden de canónigos regulares que siguen la regla de San Agustín, fundada en el año 1120; son los monasterios premostratenses de San Leonardo (Alba de Tormes) y La Caridad (Ciudad Rodrigo).

Restos del Monasterio de San Leonardo en Alba de Tormes

(www.es.wikipedia.org)

El de San Leonardo fue fundado por el rey Alfonso VII a mediados del siglo XII y, en un principio, acogía a religiosos y religiosas (convenientemente separados, eso sí), aunque en el año 1164 el monasterio albense quedó exclusivamente como monasterio masculino.

Por esta misma época los premostratenses fundan extramuros de Ciudad Rodrigo, el Monasterio de la Caridad; este asentamiento fue provisional pues recibirían poco tiempo después, de un particular, unos terrenos (a media legua de la ciudad, río arriba) donde construyeron una iglesia y un monasterio. Disfrutaron de influencias y de un patrimonio regular: logró la consideración de parroquia, poseía una dehesa (la de Los Gazapos), tierras (en La Redonda), rentas sobre una heredad (en Ituero) y la octava parte de unas aceñas con toda su pesquera.

Vistas del Monasterio Premostratense de La Caridad (afueras de Ciudad Rodrigo)

(www.twitter/descubriendoCR)

También, por esta misma época los monjes de Santa María de la Vega (seguidores de la regla de San Agustín) fundaron un monasterio a orillas del Tormes (aún se conservan restos medievales). Sus inicios fueron tempestuosos, debido a disputas entre donantes y prelados. Pero ello no impidió que fueran recibiendo donaciones que convirtieron al monasterio en un lugar importante y a la imagen titular de la iglesia en una de sus mejores joyas.

Por lo que se refiere a las comunidades religiosas femeninas se puede constatar que en Salamanca tuvieron cierto éxito durante los siglos XII y XIII determinadas instituciones: las Dueñas de San Esteban, el monasterio de Sancti Spiritus o el Real Convento de Santa Clara, además del efímero esfuerzo por integrar a las mujeres en el monasterio duplicado de San Leonardo de Alba.

Estas comunidades se desarrollaron de manera paralela a las masculinas y desde hacía tiempo tenían reglas específicas que contemplaban expresamente el carácter que debía tener su recogimiento y dedicación a la vida religiosa. Si fueron más reducidas que las masculinas quizás tuviera que ver con la limitación de las monjas a la hora de ofrecer servicios religiosos lo cual provocaría que hubiera menos mandas testamentarias y donaciones.

De todas las maneras tenían aspectos favorables, gozaron de mayor estabilidad y, en algunos casos, reunieron más miembros que sus correspondientes masculinos. ¿Por qué se dio esto último? Porque respondían a los deseos de  una masa social más amplia: allí se internaban las que tenían auténtica vocación y además re recogían en ellas a algunas mujeres que enviudaban.

Las Dueñas de San Esteban se regían por la Regla de San Benito y el monasterio fue fundado por monjas de Santa María de Carvajal de León y ya existía a mediados del siglo XII. Su primer asentamiento se localiza en la zona de La Serna y reunieron cierto número de propiedades, aunque allí permanecieron durante un siglo dado que, tras sufrir el derribo de su cenobio a causa de inundaciones, el prelado les dio la iglesia de San Esteban del Arrabal con propiedades y casas.

El Monasterio de Sancti Spiritus se funda en el año 1268, como consecuencia de un acuerdo de Martín Alfonso (hijo de Alfonso IX) y su mujer María Méndez con la Orden de Santiago por el que ésta cedía los bienes de la encomienda en Salamanca y el matrimonio entregaba diversas propiedades y rentas como dotación a una comunidad que iba a vivir bajo los preceptos de la Orden.

Varios factores favorecieron el éxito de este monasterio: el arraigo de los caballeros de Santiago en la sociedad salmantina, el fuero específico de la puebla que convertía a los vecinos en vasallos de la orden y que el territorio disponía de una iglesia parroquial con diezmos y jurisdicción propia en cuestiones eclesiásticas.

En este territorio se encontraba la ermita de Santa Ana donde acudían algunas esposas de caballeros para buscar compañía y seguridad mientras ellos se encontraban dedicados a tareas militares.

Pronto se reguló el sistema de admisión a freilas y el tipo de vida que debían llevar en el citado monasterio y que se centraba en los tres votos clásicos: obediencia, castidad conyugal y pobreza (aunque existía cierta flexibilidad en lo referente a los dos últimos votos). La castidad se refería a limitar las relaciones sexuales al matrimonio y  la pobreza, administrar el patrimonio con la autorización de la comendadora.

Fachada del Convento de Las Claras en Salamanca

(www.revolutumhostel.com)

El monasterio de las Clarisas fue fundado hacia 1238 y el marco social es muy similar al de Sancti Spiritus: mujeres de combatientes en la guerra contra los musulmanes que desean compartir vida de recogimiento y buscar compañía y seguridad ante una posible desgracia familiar.

Tuvieron muy pronto éxito, aunque necesitaran de la limosna de los simpatizantes para su mantenimiento; unas ayudas que se concretaban en bienes entregados, propiedades incorporadas de las mujeres que se unían a la comunidad y mandas testamentarias.

De manera paralela se desarrolló otro convento de clarisas en Ciudad Rodrigo (fundado en el año 1240).

Para la realización del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos

– HERNÁNDEZ VEGAS, M.: “Ciudad Rodrigo. La Catedral y la ciudad. Tomo I. Capítulos III, IV y V”. Excmo. Cabildo de la Catedral. Ciudad Rodrigo. 1982

– MARTÍN MARTÍN,  J.L.: “Historia de Salamanca II. Edad Media. Capítulo III. La Iglesia salmantina”.  Coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín.  Centro de Estudios Salmantinos. 1997

– VILLAR Y MACÍAS, M.: “Historia de Salamanca. Libro Segundo. Capítulo XV”. Diputación Provincial de Salamanca. Salamanca. 1887

 

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