CURIOSIDADES DE NUESTRA HISTORIA (23)

SALAMANCA NO ERA UN DESIERTO

La documentación de que disponemos sobre el territorio salmantino  del siglo IX es escasa aunque nos permite extraer datos de importancia. En ella aparecen obispos de Salamanca en Oviedo, como Sebastián (personaje que participó en la repoblación de Viseu) o el prelado Dulcidio (embajador ante el monarca cordobés e importador de reliquias de santos).

Representación de un obispo del siglo X tal y como aparece

en el Codex Emilianensis

(www.es.wikipedia.org)

Durante este siglo sí debieron producirse movimientos de población. Parece que se dieron los primeros esfuerzos por controlar la zona salmantina y establecer colonos en estas tierras.

Hacia el año 939 comenzó un proceso de asentamiento de pobladores dirigido por Ramiro II.  Según las crónicas, el monarca leonés,  tras la victoria de Simancas sobre los ejércitos califales, decidió repoblar ciudades desiertas (Salamanca, Ledesma o Baños) o aldeas como Ribas (situada en el actual término de Cabrerizos, junto a La Flecha),  La Peña (próxima a Membribe) o Alhandega (ubicada en la actual población de Fresno-Alhándiga).

El interés del rey por estos asentamientos se refleja en la donación de propiedades a miembros de la nobleza leonesa, entre ellos al obispo Oveco, que obtuvo una vega y una pesquería en la ribera del Tormes, frente al núcleo de población de la ciudad de Salamanca, próximas a la aceña y al molino que ya poseía.

Pesquera de Tejares

(www.charrilandia.blogspot.com)

Doce años más tarde el rey Ordoño III realiza otra donación, a favor del obispo de León de “todas las iglesias que edificaron en el territorio salmantino” el obispo Oveco,  Bermudo Núñez, Giusvado (que ha dejado seguramente su nombre al pueblo de Juzbado), o el presbítero Pelayo.

Todas estas noticias sitúan la primera intervención sobre el año 940 aunque no hay que perder de vista que ello sería difícil de explicar si antes no hubieran accedido a estas zonas campesinos que colonizaron el territorio. Esta colonización comportó en unos casos la erección de nuevos asentamientos, en otros la integración en las comunidades preexistentes o que los recién llegados procedieran a rebautizar viejos asentamientos.

La misma documentación nos deja constancia de la rápida entrada en funcionamiento de medios de producción (aceña, molino, pesquera) que presuponen la disponibilidad de mano de obra abundante y eficaz para la construcción de tales ingenios así como importantes medios de financiación y una demanda social que justifique esos medios de producción, en particular de los molinos.

Aceña del Arrabal

(www.lagacetadesalamanca.es)

Pero todo ello no hubiera sido posible sin unos niveles importantes de producción cerealista que difícilmente podrían haberse alcanzado tan rápido si nos atenemos a la teoría de los que defienden la despoblación integral y la más completa desertización de estos territorios, como si estos lugares hubieran permanecido durante más de dos siglos totalmente vacíos de población y, por tanto, sin actividad productiva: unos territorios dominados por densas masas de vegetación donde los recién llegados, desconocedores del terreno, por supuesto, deberían realizar las tareas más elementales (levantar alojamientos para sí y para el ganado, erradicar el bosque, acondicionar lentamente nuevos espacios para el cultivo, confeccionar una red básica de caminos, construir o reconstruir puentes, etc.).

Todo puede resultar más fácil de entender si aceptamos la existencia de  comunidades campesinas asentadas en estos lugares con anterioridad a la repoblación oficial del año 939; lo que por otro lado concuerda plenamente con los datos aportados por los nombres de lugares de procedencia prerromana, romana, bereber y mozárabe de la primera fase de la conquista que pervivieron durante dos siglos.

Cabe preguntarse, ¿Por qué la monarquía y los grupos aristocráticos deciden intervenir en unas tierras tan inhóspitas utilizando recursos humanos que bien pudieran necesitar en otros lugares al norte del Duero?

Representación del monarca leonés Ramiro II

(www.artehistoria.com)

Es la existencia de estas comunidades campesinas, unas de origen ancestral y otras de reciente formación, la que impulsa la intervención de la monarquía, constituyendo una buena cabeza de puente para el control político entre el Duero y el Sistema Central, permitiendo planificar la defensa frente a las ofensivas andalusíes.

La población al sur del Duero va a ser integrada, hasta ese momento independiente, en las estructuras sociopolíticas del reino de León.

El acta de donación al que hemos aludido más arriba sirve para constatar ya una primera organización física y administrativa del territorio que tiene dos pilares básicos: la iglesia y el alfoz.

Las iglesias (piezas claves de la organización civil y eclesiástica) se van a convertir en el centro de la vida social de la aldea campesina; en las ciudades o en las villas de mayor entidad la iglesia define a cada uno de los barrios en que se reúnen los distintos grupos humanos según el lugar de procedencia.

El segundo elemento básico de organización político-administrativa es el alfoz. Con este término se designa al espacio en torno a una ciudad o villa que se erige en cabecera de ese territorio y que ejercerá funciones de control político, económico e incluso jurisdiccional.

A través de este elemento de organización en los territorios del Tormes se pretende que una serie de villas (Salamanca, Ledesma, etc.) asuman papeles de centros políticos y lugares de residencia de los delegados de la monarquía leonesa que han recibido el encargo de esta de administrar esos territorios.

Antiguo plano de Ledesma

(www.lagacetadesalamanca.es)

La organización básica creada a partir de mediados del siglo X había dotado a estos territorios de centros fortificados donde el campesinado podía encontrar refugio y plantear una acción defensiva contra las aceifas musulmanas. Autores como Ángel Barrios o Luis Miguel Villar han estudiado la distribución de topónimos de carácter militar: los compuestos de castro, castillo, castrillo o torre (Castroverde, Torresmenudas) o turra o gajates.

Pero, a finales del siglo X, tanto la monarquía como la nobleza se desentienden de los asuntos de la frontera del Tormes debido a los enfrentamientos entre distintas familias nobiliarias y el debilitamiento del poder real. Es en estos momentos cuando se puede hablar de un cese de la repoblación.

A todo ello hay que añadir la aparición en escena del líder califal Almanzor,  que supondrá que el territorio sea víctima de una serie de expediciones andalusíes. El año 977 se dirige contra Baños y Salamanca; entre el año 978 y 979 se producen dos ataques  a Ledesma; en el año 980 devasta la región de La Armuña; nuevamente ataca Salamanca en el año 983 y tres años más tarde se repetirá el ataque contra Alba y Salamanca.

Almanzor, enfermo, tras la campaña en la Rioja (1002)

es transportado por sus tropas

(www.arrecaballo.es)

Estas expediciones estarían destinadas a impedir la consolidación de poblaciones guerreras que pudieran atacar  con facilidad las fortalezas septentrionales de al-Andalus y a la vez obtener importantes botines en estas zonas.

La defensa de las poblaciones existentes en el territorio salmantino va a correr a cargo de los propios habitantes de la frontera, que la asumirán a pesar de la inhibición monárquica y de la nobleza leonesa.

Existen textos árabes que informan además de una posible política colonizadora por parte del califato andalusí en la Extremadura del Duero con el fin de crear un espacio protector frente a la previsible reacción colonizadora y militar del reino de León.

Al hilo de esto, y de acuerdo con diversos documentos, habría que matizar mucho la rudeza y a crueldad con que las fuentes cristianas han presentado la figura de Almanzor y el carácter devastador de sus campañas, si tenemos en cuenta la rapidez con la que se recuperan los territorios de frontera salmantinos a partir de comienzos del siglo XI. Parece ser que Almanzor tuvo éxito en su programa de integración de las diversas comunidades de frontera y mostró respeto hacia esas mismas comunidades posibilitando la pervivencia de sus bases económicas y sociales.

En general se puede decir que las aceifas andalusíes debieron afectar principalmente a los centros de organización política; sin embargo para las aldeas dispersas por el territorio los efectos de las campañas militares debieron quedar muy atenuados.

La emigración campesina hacia el sur no viene motivada por la necesidad de tierras pues en la zona septentrional había excedente. Este campesinado buscará tierras donde asentarse libremente para eludir las cargas y la presión a las que sometía la aristocracia tanto sobre sus explotaciones como sobre sus propias personas.

Los pioneros que inician los asentamientos en las tierras del Tormes provienen de comunidades cuya organización se asienta sobre dos cédulas básicas: la familia restringida y la explotación familiar sobre la que la familia ostenta un pleno derecho de propiedad. Este campesinado está familiarizado con la propiedad privada de la tierra.

Pero lo que no se va a poder anular, precisamente porque su nuevo asentamiento garantiza la plena apropiación de las explotaciones recién constituidas, son los gérmenes de diferenciación económica y la consiguiente tendencia a la jerarquización interna.

Además, la situación de frontera será un factor importante, en la medida en que los riesgos inherentes condicionan la militarización y la especialización en el combate a caballo de un sector minoritario del campesinado; justamente aquel con mayores niveles de fortuna. Por consiguiente se va a ir dando una progresiva diferenciación funcional que dividirá a los habitantes de estas comunidades entre caballeros y peones.

Miniatura que representa a tropas de caballeros-villanos

(www.es.wikipedia.org)

Los poseedores de un caballo de guerra serán estos caballeros-campesinos (se les ha venido denominado “caballeros aldeanos” o “caballeros villanos”) los que tengan mayores oportunidades para realizar acciones de pillaje sobre territorio enemigo que en muchos casos les reportarán un abundante botín. De esta forma se van a ir profundizando las diferencias económicas y sociales. Paralelamente comenzarán a asumir funciones de dirección en la vida de las comunidades de frontera.

Con la configuración de estructuras políticas como el alfoz determinados núcleos se van a erigir como centros de demarcaciones administrativas que centralizarán la defensa del territorio.

Muy posiblemente, a raíz de la muerte de Almanzor, se va a producir un avance desde las posiciones del Tormes hacia el sur, al que corresponderían muchos de los topónimos antes referidos con el componente torre o castro, proyectándose hacia las estribaciones de la Sierra de Béjar.

De esta forma se estarán implantando las bases (tanto demográficas como políticas y sociales) que posibiliten el despliegue repoblador llevado a cabo por Alfonso VI en las décadas finales del siglo XI.

Pero eso ya va a ser otro tema.

Para la elaboración del presente artículo se han tenido en cuenta los siguientes documentos:

–  “Historia de Salamanca”.  BONILLA HERNÁNDEZ, J.A.; HERNÁNDEZ DÍAZ, J.M. y MARTÍN MARTÍN, J.L. Ediciones GRUPOSA. Salamanca, 1996

– “La repoblación de los territorio salmantinos. El primer ensayo repoblador de la monarquía leonesa”.  MÍNGUEZ, J.M. correspondiente al capítulo I de HISTORIA DE SALAMANCA II  (coordinador J.M. Mínguez, director  J.L. Martín), edita Centro de Estudios Salmantinos. 1997

Continuará ……

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