NO ME CHILLES QUE NO TE VEO (II)

Una persona con discapacidad visual no es una persona improductiva. Sigue manteniendo plenamente sus capacidades y cualidades personales. Incluso ha tenído que desarrollar nuevas habilidades y fortalezas, que le sirvan para hacer las mismas cosas que los demás, pero de otra manera. Son personas normales, con sentimientos, inquietudes e ilusiones. Padres y madres de familia, tíos, abuelos,… sólo necesitan cierto apoyo para algunas cosas.

Recientemente se utiliza el término de diversidad funcional en sentido más amplio, y que incluye al de “discapacidad” o “minusvalía” cuyo significado pudiera considerarse ofensivo. Hace referencia al hecho de que la sociedad está formada por personas con capacidades o funcionalidades diversas o diferentes entre sí. Es un nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano. Comprende las capacidades y habilidades adquiridas. En muchas ocasiones, la diferencia puede ser de carácter transitorio o circunstancial, y de una u otra forma a todos nos alcanza. Es algo propio al ser humano.

No obstante, en nuestra sociedad siguen existiendo muchas barreras que impiden la integración y participación de las personas con diversidad funcional. Se trata de barreras físicas, sociales y laborales.

Las barreras físicas y arquitectónicas dificultan la movilidad urbana: aceras estrechas (anchura inferior a 2 metros), barreras temporales por mala planificación que obstaculizan puntualmente el paso (motos mal aparcadas en las aceras, andamios desprotegidos, casetas y carpas que invaden la acera,…), edificios públicos sin rampa de acceso, etc. Las barreras físicas dificultan la integración social y laboral de personas con diversidad funcional.

Para garantizar igualdad de derechos entre todos los ciudadanos se requiere el compromiso de las administraciones públicas para crear itinerarios peatonales accesibles. En las personas invidentes, estos elementos son las aceras abotonadas y las franjas direccionales. Se trata de un pavimento normalizado desde el punto de acceso hasta la fachada, diferenciado en textura y color. Avisa, orienta y dirige a las personas ciegas o con baja visión hacia los pasos de peatones, escaleras y rampas, bocas de metro, borde de andenes, paradas de transporte público, etc. En estos vados la textura rugosa les guía hasta la línea de edificación.

No ha sido hasta 2015 que las personas invidentes han podido solicitar la tarjeta de estacionamiento de vehículos para personas con discapacidad y movilidad reducida, para estacionar el vehículo en que se desplacen lo más cerca posible del lugar de acceso o de destino. La tarjeta se expide a título particular para su utilización en los vehículos que use para sus desplazamientos. Es personal e intransferible y utilizada únicamente cuando la persona es transportada en ellos.

Las barreras sociales son las más difíciles de superar. Aún no estamos preparados para una relación normalizada con personas con diversidad funcional. La conciencia social va dirigida más bien hacia la compasión que a facilitar su integración a todos los niveles. El término “discapacidad” en realidad no tiene que ver con la cuestión médica sino con nuestra visión respecto a lo que estas personas pueden hacer.

Muchos invidentes son ejemplo de resiliencia y superación. La resiliencia es la capacidad para asumir situaciones límite y sobreponerse a ellas, de afrontar la adversidad saliendo fortalecido/a y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. La resiliencia es una de las habilidades más demandadas por las empresas. Las personas con algún tipo de discapacidad aumentan sus habilidades y trabajan su crecimiento personal, superándose día a día.

En cuanto a las barreras laborales resulta muy positivo valorar las condiciones de un puesto concreto de trabajo y los requerimientos que necesitará para que lo desempeñe una persona invidente. La ONCE se ocupa de realizar esta labor para sus afiliados. Cada vez hay más personas invidentes con aspiraciones profesionales que están preparadas y formadas para realizar trabajos que requieren cierto grado de especialización, algunas de ellas con carreras universitarias (Derecho, Económicas, Fisioterapia, etc.).

Existen centros especiales de empleo que habitualmente contratan trabajadores con un grado de discapacidad igual o superior al 33% reconocido como tal por el organismo autónomo competente. Se trata de empresas de carácter público o privado, con o sin ánimo de lucro. El trabajo a realizar es productivo y remunerado, adecuado a las características individuales del trabajador, con el fin de favorecer su adaptación personal y social. Cuentan con diversas subvenciones y bonificación del 100% de la cuota empresarial a la Seguridad Social.

Las leyes que regulan los derechos de las personas con diversidad funcional no siempre se cumplen en cuanto al porcentaje de empleo para personas con discapacidad. Las empresas públicas y privadas que empleen a un número de 50 o más trabajadores/as vendrán obligadas a que de entre ellos/as, al menos, el 2% sean trabajadores/as con discapacidad (Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social).

La discapacidad no debe de ser una barrera sino un estímulo. Generalmente, las personas que nacen ciegas se adaptan bien al hecho de que no pueden ver. Sin embargo, las que han perdido la visión lo tienen más difícil, por ello, han de potenciar sus valías y buscar a su alrededor quienes les valoren por lo que son y no por lo que han perdido.

Debemos de ser capaces de rescatar nuestra responsabilidad individual como seres sociales, autores de nuestra vida y cómplices del mundo que nos rodea.

Comparte: