LA BATALLA DEL EBRO DE 1938

En 1938 se libró en España una sangrienta batalla que, al final, decidió la guerra. Durante muchos días el ejército republicano acumuló efectivos y pertrechos en la orilla izquierda del río Ebro. Allí acumularon lo mejor que tenían: tropas fogueadas, tropas veteranas que sabían combatir y buen material de guerra enviado desde la Unión Soviética.
Que estos preparativos pasaran desapercibidos al ejército franquista, constituye todo un enigma. Es posible que la bisoñez de las guarniciones de la zona sea la causa del arroyamiento inicial. Algo así sucedió en Las Ardenas en la II Guerra Mundial. Es incomprensible que no llamaran la atención de los exploradores, de los destacamentos de vanguardia y de los muchos informadores, los preparativos y la acumulación de efectivos en la orilla izquierda del Ebro.
Sea como fuere, el diseño del operativo era brillante. Desde que Aníbal cruzó los Alpes para atacar Roma, no se había diseñado una operación tan audaz. Se trataba de cruzar un río caudaloso, establecer cabezas de puente y garantizar el control de importantes nudos de transporte ferroviario. De esa forma se podrían cortar las vías de suministro a las previsibles bolsas que se formarían con el rápido avance de las vanguardias de infantería apoyadas por unidades blindadas. Esta es la teoría: rápido avance con embolsamientos masivos. De hecho el diseño de la operación se ha estudiado en las academias militares más prestigiosas durante décadas.
La realidad fue muy diferente. Esta historia comienza con cientos de barcas cruzando el río de madrugada. Sorprenden a las guarniciones franquistas y avanzan arrollando las posiciones enemigas. Todo bien, de momento. Pero empieza a fallar la coordinación entre las unidades. Para empezar, el Ejército de Maniobra del Centro debería haber iniciado hostilidades en la zona de Extremadura. No lo hizo. El Ejército del Ebro se quedó sólo frente a Franco. Si Rojo hubiera tenido la suficiente autoridad, Franco no podría haber movilizado fuerzas hacia el Ebro sin poner en peligro otros frentes, como Extremadura y el Centro. Pero eso es ficción porque Rojo no pudo mover las tropas que tendrían que impedir la movilización de las tropas franquistas hacia la batalla.
Por si fuera poco, Rojo era militar de carrera, muy brillante como estratega, pero sin capacidad ejecutiva. Sólo los comunistas se dieron cuenta de qué iba la movida. En torno al 5º Regimiento, fuerzas fogueadas, disciplinadas y medianamente bien entrenadas, se formó el Ejército del Ebro. El problema residió en los mandos, en Líster y compañía, gente con carisma pero incapaces de cumplir órdenes a nivel de cuerpo de ejército. Si tu coronel te dice que has de franquear una posición, lo haces, dejas atrás suficientes efectivos para proteger tu retaguardia y sigues avanzando hasta la siguiente posición enemiga. El Ejército Republicano no lo hizo así. En Las Ardenas hubo unidades alemanas que avanzaron, flanqueando las líneas enemigas, más de 100 Km dejando a las tropas que les seguían la resolución de las bolsas que dejaban atrás. En la batalla del Ebro, muchas tropas valiosas para el avance se enfangaron en misiones secundarias en vez de embolsar a las tropas enemigas. Mequinenza es el paradigma; pero no el único: la Sierra de Pandolls pudo ser embolsada y así minimizar su posición estratégica y no lo hicieron. Pudieron embolsar a una brigada (más o menos es lo que había allí). Dejas un batallón en retaguardia y con lo que viene desde el Ebro los pillas entre dos
fuegos. Pero no, había que conquistar Mequinenza, al igual que los alemanes (bueno, más bien Hitler, se empeñaron con Caen en la batalla de Las Ardenas).
¿Quién perdió la batalla?. Claramente el Ejército Republicano. Por dos razones a mi entender: la primera por la ineptitud de los mandos de unidades tipo regimiento y brigada, no de Rojo; 2 por la incapacidad de un efectivo ejercicio del poder ejecutivo. Si en la II Guerra Mundial, una unidad no cumple las órdenes recibidas, a su jefe lo someten a consejo de guerra y lo menos, un pelotón de fusilamiento.
Franco, a pesar de no ser un genio militar, se dio cuenta de que tenía enfrente a lo mejor del ejército republicano sin apoyo en otros frentes. Y sencillamente decidió aniquilarlo. No hubiera sido tan fácil si el ejército republicano hubiera iniciado hostilidades con el ejército del Centro en dirección a Extremadura y el norte de Madrid. Todas las tropas y material que acumuló Franco en la Batalla del Ebro pudo ser por la inactividad en otros frentes, por la falta de control sobre las diferentes unidades por parte del Estado Mayor republicano que no fue capaz de fijar fuerzas enemigas en otros frentes.
En cuanto aparecieron en el aire los aviones franquistas y comenzaron a llegar refuerzos de zonas tan distantes como Extremadura, la suerte estaba echada. El Ejército del Ebro, sólo, sin aprovisionamientos ni relevo con tropas frescas, fue obligado a pegarse al terreno, atrincherarse sin haber logrado ni uno solo de los objetivos principales y organizar el repliegue.
Finalmente y tras meses de combates, las unidades sobrevivientes a la masacre se replegaron a sus posiciones de partida. Poco después serían embolsadas en gran parte por ofensivas franquistas que acabarían por entrar en Barcelona y llegar a la frontera francesa.

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