Historia del movimiento vecinal de Salamanca

Corrían los años 70 cuando, con el final de la dictadura, grupos de personas que habían estado luchando para mejorar las condiciones de sus barrios se constituyeron en asociaciones de vecinos. Estas asociaciones eran un refugio para la contestación social y política a la dictadura franquista e incluían a gentes de diversas sensibilidades ideológicas, políticas o confesionales.

Poco a poco, fueron incorporando redes vecinales, con lo que llegaron a obtener una amplia representatividad como organización fundamental de la vida de barrio. Sus rasgos diferenciales eran la defensa de la salud, del urbanismo, de la educación, de la cultura, de la vivienda, del transporte urbano, de las mejores condiciones de habitabilidad de los barrios y contra la carestía de la vida; recreando así los sentimientos de pertenencia a una comunidad, el orgullo y la identidad de barrio.

Así surgieron asociaciones como ASAMBLEA CHAMBERÍ, MUNIVAR (Pizarrales-Carmen), PUENTELAVE (Puente Ladrillo), NAVEGA (Garrido Norte), AGSO (Garrido Sur Oeste), BATEUN (Barrio Antiguo-Tenerías-Universidades), CONCEJO DEL TORMES (San José), MI BARRIO EXTRAMUROS (Tenerías), ZOES (Carmelitas-Oeste), PRODESI (Prosperidad-Delicias-San Isidro), AVESI (San Isidro), VIRGEN DE LA SALUD (Tejares), BUENOS AIRES, etc.

Para hacer más fuerza se unieron en federación de vecinos. Las federaciones provinciales en confederación territorial, y éstas a su vez en confederación nacional. Así surgió la Federación de Vecinos de Salamanca (FEVESA) de ámbito provincial, la confederación de Asociaciones de Vecinos de Castilla y León (CAVECAL) y la Confederación de Asociaciones de Vecinos de España (CAVE).

La década de los ochenta se caracterizó por la pérdida de dirigentes, que pasaron a engrosar las recién estrenadas instituciones democráticas, a lo que se añadió una mayor legitimación de los canales institucionales para la participación ciudadana. Muchos años después, algunas asociaciones acabaron añadiendo la coletilla de “Consumidores y Usuarios” para atraer a mayor número de socios. Otras simplemente desaparecieron.

En Salamanca, además se constituyó la Federación de Asociaciones del Barrio Antiguo (FAUBA) y la Federación de Ciudadanos de Salamanca (FECISA) de la que formaban parte algunas asociaciones que antes habían estado en FEVESA.

El movimiento vecinal aprendió a combinar la presión social con la negociación y desarrolló una clara estrategia de colaboración con las administraciones públicas para facilitar la creación y gestión de servicios en los barrios y el desarrollo de mecanismos de control democrático. Con el tiempo se erigieron en intermediarios para proporcionar a los vecinos servicios que el Ayuntamiento no prestaba. Para eso contaron con subvenciones municipales. En muchos barrios se celebraban las fiestas patronales, el día del socio, la semana cultural, la semana de la solidaridad,… organizado gracias a estas ayudas.

Obligado por la presión ciudadana el Ayuntamiento redactó un Reglamento de Participación Ciudadana y creó la Comisión de Seguimiento de Participación Ciudadana. La mitad de sus miembros pertenecían a la Coordinadora de Asociaciones Culturales y a FEVESA. Al principio esta comisión funcionó razonablemente bien, pero con el tiempo acabó desapareciendo. El Ayuntamiento la sustituyó por el Consejo de Ciudad de Salamanca y los Consejos Sectoriales, órganos de carácter consultivo y de participación, donde el movimiento vecinal está menos representado.

A partir del año 2002, las aspiraciones políticas de algunos representantes vecinales volvieron a dejar sin líderes el movimiento vecinal. Éste no conseguió atraer a los vecinos y unirlos para hacer frente a políticas municipales que sin estar contrastadas con los representantes de los barrios, perjudicaban más a las zonas de la periferia de la ciudad. La mayoría de las manifestaciones ciudadanas que se convocaron, donde la participación dejó mucho que desear, no sirvieron para nada.

Con la crisis sobrevenida en 2008 las ayudas municipales quedaron reducidas a la mínima expresión. La labor de muchas asociaciones de vecinos ha quedado reducida a ofrecer actividades culturales y educativas previo pago de una cuota mensual (gimnasia, pilates, yoga, sevillanas, bailes latinos, bailes de salón, informática, fotografía, etc.). Las reivindicaciones para mejorar las condiciones de los barrios pasaron a la historia.

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